lunes, 27 de octubre de 2014

Capitulo 24: Las piedras del camino.


Tras la llamada, casi media hora después, un coche negro apareció frente a su banco y subió en el asiento del copiloto sin mediar palabra. Se colocó bien el cinturón de seguridad y, una vez hubo revisado dos veces el enganche, se dignó mirar al conductor.
—¿Qué es exactamente lo que ha pasado? —preguntó Gorth, mientras conducía calle abajo y terminaba dirigiéndose hacia la avenida principal.
Harry resopló molesto. Ahora no sabía si había sido una buena idea llamarle. Pero la noche del cumpleaños de Marcus advirtió que___________________ le tenía bastante cariño al Chico Arma, ya que no dejaba de defenderle. Y teniendo en cuenta que era, al parecer, la única persona mínimamente inteligente de todas cuantas había conocido durante aquellos días… acudir a él había sido su única opción.
Pese a sentirse ligeramente culpable, le había molestado la reacción de ___________. ¿Por qué había salido corriendo? ¡A ella no la había engañado, así que no le parecía justo que se comportase así! Después del descarado abandono, no se sentía con fuerzas para regresar y presentarse en la casa de los Graham. Todavía le quedaba algo de orgullo.
—Hemos hablado de mi pasado —le confesó, hablando en voz baja—. Solo le he contado que engañé con otra a mi primera novia. Y se ha enfadado.
—¿Ha gritado mucho? —Gorth le miró de reojo, sin dejar de conducir.
—No, nada —suspiró—. Lo único que me ha dicho ha sido: «¿Quién demonios eres Harry ?» —repitió con retintín, intentando imitar la voz de _________________
—Entiendo. Eso significa que el enojo es grande.
—Ah —exclamó sorprendido—. ¿________________ tiene un lenguaje especial respecto a sus enfados? Me ayudaría mucho aprendérmelo de memoria, la verdad.
Gorth rió ante sus palabras.
—No exactamente. —Chasqueó los dedos—. Pero esas cosas se saben con el paso del tiempo, cuando conoces a una persona.
Gorth aparcó el coche frente a una acogedora cafetería y poco después ambos entraron en ella. Se acomodaron en la mesa que Harry eligió —tras evaluar detenidamente la suciedad camuflada en su superficie— y pidió un zumo de naranja natural, contrariamente a Gorth, que optó por un buen tazón de café con leche.
—Vale, a ver si consigo aclararme. —El Chico Arma se llevó las manos a la frente, apartándose algunos mechones de pelo—. Todo iba perfecto, hasta que le has confesado que tiempo atrás engañaste a una chica, ¿cierto?
Harry asintió con la cabeza.
—Deberías haber supuesto que________________, en realidad, es bastante… inocente. No sé si sabes a qué me refiero.
—Sí.
Ladeó la cabeza y observó la ropa de su compañero. No le gustaba la calavera que colgaba de su cuello ni tampoco aquella gabardina negra y larga que le recordaba a la capa de La Muerte. Continuaba pintándose los ojos, y Harry se preguntaba si las profundas ojeras eran naturales o también fruto de un estrafalario maquillaje.
—¿Tú quieres estar con ella?
La cuestión le pilló desprevenido. Alzó la cabeza y miró fijamente a Gorth, algo confuso. Habría sido más fácil charlar sobre lo ocurrido en la feria que enfrentarse a esa peligrosa pregunta. Porque él no quería pensar en ello. Claro, se sentía bien a su lado. Demasiado bien, incluso. Pero ¿qué ocurriría cuando tuviese que regresar a Londres?, ¿qué pasaría con ellos? Quizá ya era tarde para reflexionar sobre todo aquello. Harry no había advertido exactamente en qué momento sus sentimientos hacia __________________-cambiaron. Probablemente porque se trató de un proceso lento y progresivo, casi imperceptible hasta para él mismo.
—Sí.
—Vale —Gorth sonrió—, esa era la respuesta que estaba esperando.
—Y ahora, ¿qué? —insistió—, ¿qué se supone que debo hacer?
Gorth se encogió de hombros, sin dejar de sonreír.
—Tú sabrás. No es asunto mío.
Harry parpadeó en exceso, molesto.
—¿Para qué demonios me molesto en llamarte si ni siquiera me ayudas?
—Quizá a veces sea bueno tener un poco de compañía —contestó Gorth, ahora más serio.
—No necesito compañía, no necesito a nadie, ¿entiendes? —Le señaló con un dedo acusador, enojado sin saber muy bien por qué—. Puedo valerme por mí mismo, siempre lo he hecho.
—Entonces, ¿por qué has acudido a mí?
Harry frunció los labios, y un tenso silencio se instaló entre ellos. Gorth le miró con cariño, tras darle tranquilamente un sorbo a su café con leche.
—¿Necesitas un lugar donde pasar la noche? Puedes quedarte en mi casa, si quieres —le ofreció.
Harry respiró hondo, recobrando la compostura y calmándose de nuevo. En realidad no tenía ninguna razón para enfadarse con Gorth. Bastante había hecho el Chico Arma acudiendo a su encuentro aun cuando apenas le conocía.
—No, pero te agradecería que me llevaras a casa de ___________________
—Eso está hecho.
Terminaron de tomarse sus bebidas mientras charlaban sobre temas que nada tenían que ver con la joven que se apoderaba de la mente de Harry, Hablaron sobre el cambio climático, sobre asuntos de política, y luego Gorth contó dos chistes que, sorprendentemente, le hicieron reír. Más tarde, y cuando Harry se hubo sentido algo más seguro, él le llevó a casa y paró el coche frente al hogar de los Graham. El inglés se quitó el cinturón de seguridad.
—Espero que todo vaya bien —le dijo Gorth.
—Yo también. —Le sonrió tímidamente—. Y… gracias.
Salió rápidamente del vehículo y cerró la puerta con brusquedad internándose en el caminito que conducía a la entrada. Tomó aire cuando el coche de Gorth desapareció de su vista. ¿Qué le estaba pasando? Aquello era muy fuerte. Él nunca decía esa palabra… maldita. La palabra «Gracias» había sido desterrada de su vocabulario y, si alguna vez hacía uso de ella, ocurría sin que se diese cuenta, por pura costumbre. Pero en esa ocasión había sido consciente de ello mientras la pronunciaba, mientras la palpaba entre sus labios… Oh, sí, definitivamente se estaba volviendo loco. Sintió unas ganas tremendas de golpearse la cabeza contra los ladrillos de la pared de la casa, pero no lo hizo; estaba ocupado llamando al timbre a la espera de que alguien le abriera. Si es que pensaban hacerlo, claro.
______________ se sonó los mocos y dejó el papel doblado sobre la mesita junto al sofá. Después, tambaleándose, se dirigió hacia la puerta. Llevaba horas esperándole. Había estado muy preocupada y se había sentido idiota e infantil por dejarle tirado en medio de una calle que Harry desconocía completamente. Respiró hondo y abrió la puerta.
Allí estaba él. Tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón y la cabeza ligeramente agachada, con la vista fija en el suelo. Pasaron unos instantes eternos, hasta que él tuvo el valor de buscar su mirada. _______________ tembló, pero presionó la mandíbula intentando no demostrar su nerviosismo.
—¿Dónde has estado? —le preguntó.
—Por ahí. —Él se encogió de hombros—. ¿Puedo pasar?
_________________ se hizo a un lado y él entró. Le vio subir las escaleras y poco después oyó el brusco sonido de la puerta de su habitación al cerrarse. Genial, así que ni siquiera pensaba pedirle disculpas o hablar sobre el tema. La relación le recordaba a la de un matrimonio de dos cuarentones en crisis.
Volvió al comedor y se tumbó sobre el sofá, secándose con el pañuelo usado una nueva tanda de lágrimas. ¿Por qué tenía que ser tan… melancólica? Se ahogaba en un palmo de agua. Cualquier desgracia se le antojaba inmensa y le costaba horrores escapar de la oscuridad en la que se sumergía.
No solo se había enfadado con Harry, sino también con su madre. Samantha le había preguntado por el inglés cuando la vio llegar sofocada a casa. Y cuando ella le confesó que lo había dejado tirado porque, textualmente, «era un cerdo egoísta», la señora Graham, sin entender la situación, pilló un enfado de mil demonios. Le ordenó que fuese a buscarlo con su padre antes de irse a la cama, pero _______________ no lo hizo —aunque bien poco le había faltado— y prefirió esperarle.
Afortunadamente, por una vez, Harry había usado la cabeza y su «magnífico» sentido común le había hecho regresar.____________ volvió a sonarse los mocos y se tapó bien con la manta, acurrucada entre los cojines.
Fijó la vista en el televisor. Emitían una película llamada Breve encuentro.____________ sollozó todavía más. La había visto muchas veces, desde pequeña, y se sabía el guión de memoria. Se incorporó sobre el sofá y alzó una mano, sujetando el pañuelo arrugado, mientras interpretaba el diálogo al ritmo de los propios personajes.
—«¿Cuántas veces tomaste la resolución de no volver a verme?» —gimoteó, imitando a Alec—. «Varias veces al día» —añadió, cambiando el tono de voz para interpretar a Laura—. «Yo también». «¡Oh, Alec!» —Dramatizando en exceso, se llevó una mano al corazón—. «Te quiero. Me encantan tus ojos sorprendidos, la forma en que sonríes, tu timidez, el modo en que ríes mis bromas…»
Una pausa incómoda y después Laura mirando suplicante al caballeroso Alec._______________se enjugó las lágrimas, antes de proseguir.
—«¡Por favor, no, Alec!» —exclamó, y luego se metió en la piel del admirable chico—. «¡Te quiero!, ¡te quiero! Y tú me quieres, es inútil pretender que no ha pasado nada, porque sí ha pasado.»
—Sí, la verdad es que es inútil pretender que no ha pasado nada, él tiene razón —musitó Harry apoyado sobre el marco de la puerta de entrada al comedor y señalando el televisor.
________________ agachó la cabeza, avergonzada. Lloró más y se secó las lágrimas de nuevo. Ese pañuelo ya estaba muy gastado, así que sacó otro del envoltorio.
Fantástico, ahora él la había descubierto como a una vieja solterona que termina interpretando los guiones de los falsos amores de Hollywood.
—No quiero hablar contigo —le dijo.
Harry , con el batín puesto, le dirigió una mirada suplicante, pero ella le ignoró y siguió viendo la película.
—¿Puedo sentarme a tu lado?
______________ no contestó;Harry quiso suponer que su respuesta en realidad era un rotundo sí. Se sentó junto a ella sin más miramientos, manteniendo una distancia prudencial. La película era terriblemente aburrida y se alegró cuando llegaron los anuncios e hicieron una pausa especial para dar las noticias más importantes del día. Escuchó con atención al presentador del telediario de medianoche.
—Noticia de última hora. El juicio contra la empresa de Des Styles la mayor multinacional de la venta de sistemas operativos informáticos, se adelanta a causa de las declaraciones del jefe de la base Des. —El presentador desapareció de la pantalla para dar paso a un hombre arreglado y elegante, de unos cuarenta años de edad, bien conocido por ser el dueño de todas las empresas Des Styles Este empezó a hablar—. Desde aquí queremos tranquilizar a los usuarios y asegurarles que ya se han arreglado los errores del último sistema operativo que salió a la venta; por ello hemos decidido acelerar los trámites de las denuncias recibidas para zanjar cuanto antes este desafortunado asunto.
El presentador del telediario volvió a cobrar protagonismo y siguió comentando la noticia de un oso panda que había nacido en China.
—¡Menudo farsante! —gritó ____________, refiriéndose al dueño de las acaudaladas empresas Styles
Harry bostezó. Luego la miró algo molesto y frunció el ceño.
—Oye, deja de opinar sobre asuntos que desconoces.
—Ah, claro, usted perdone, mi rey. —Se cruzó de brazos—. Supongo que como tú conoces tan bien a todos los Styles, a diferencia de mí, que solo soy una pobre ignorante, sí puedes despotricar a tu antojo —recalcó con ironía.
Harry volvió a bostezar por segunda vez consecutiva.
—Pues claro que sí, tonta —farfulló—. es mi padre.

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