Contando estrellas
Cuando _____ logró
organizar a los invitados y consiguió que todos abandonaran su casa, Harry miró
a su alrededor en busca de los numerosos coches en los cuales, supuestamente,
irían hacia Helthon. Pero, curiosamente, allí solo había un coche y, teniendo en
cuenta que era el vehículo del dueño de Golpes y Sangre, Harry desechó la
opción de ocupar uno de sus asientos.
—Bien.
—_____ respiró hondo—. Katie e Isabelle me han dicho que irán con Evan en su
coche, así que quedan dos asientos libres. ¿Queréis ir con ellos, Gael, Finth?
—preguntó, señalando a los dos amigos del brother de Harry.
Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. Harry agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo rosa y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con «aquello» que acababa de marcharse.
—¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a _____.
—¡En mi super furgoneta! —respondió Marcus, mientras terminaba de liarse el décimo porro (aproximadamente) de la noche.
—¿Tu super… qué? —Harry miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Graham. Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies.
Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie, pintarrajeada de grafitis, Harry permaneció quieto en el césped de la entrada, pálido como la luna que se alzaba sobre ellos.
_____ le tiró de la manga de la chaqueta.
—Venga, vamos, ¿a qué esperas?
—No pienso montar en ese estercolero con ruedas.
—Harry, la super furgoneta de Marcus no es un estercolero —le reprochó _____.
—¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó él—. Y, además, ¡ni siquiera es legal!
—¿Qué importa que sea legal o no?
—Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por un Mendigo que va fumándose un porro, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose.
_____ cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Marcus en los extremos de la superfurgoneta, miró a Harry casi a punto de llorar.
—¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como un chico de dieciocho años normal y corriente?
—No —contestó él, sin un ápice de compasión.
—¡Harry, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera.
—Es que no lo eres.
—¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante—. Te lo ruego, Harry…
El rostro del inglés se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a _____ hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia.
Los ojos de _____ le habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia ella. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable.
Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Marcus, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Amy ya estaba sentada sobre Charles a falta de espacio.
—Siéntate tú encima de tu hermana —le pidió _____ a una de las gemelas.
Quedó un hueco libre. Harry, sin demasiados miramientos, se acomodó en él. Matt, situado al fondo de la furgoneta, se giró hacia _____ y agitó una mano en el aire, llamándola.
—Puedes sentarte aquí —le indicó, señalando sus piernas.
Harry sintió que algo extraño comenzaba a bullir en su interior. Posiblemente, se trataba de una especie de rabia incomprensible. Así que, cuando vio que _____ subía a la furgoneta dispuesta a sentarse sobre el idiota de Matt, la cogió de la cintura y tiró de ella hacia atrás, sentándola sobre sus rodillas.
—También puedes sentarte aquí —dijo, sin saber demasiado bien por qué narices acababa de hacer aquello—. Seguro que no pesas nada —añadió, intentando reparar el estropicio.
Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. Harry agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo rosa y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con «aquello» que acababa de marcharse.
—¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a _____.
—¡En mi super furgoneta! —respondió Marcus, mientras terminaba de liarse el décimo porro (aproximadamente) de la noche.
—¿Tu super… qué? —Harry miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Graham. Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies.
Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie, pintarrajeada de grafitis, Harry permaneció quieto en el césped de la entrada, pálido como la luna que se alzaba sobre ellos.
_____ le tiró de la manga de la chaqueta.
—Venga, vamos, ¿a qué esperas?
—No pienso montar en ese estercolero con ruedas.
—Harry, la super furgoneta de Marcus no es un estercolero —le reprochó _____.
—¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó él—. Y, además, ¡ni siquiera es legal!
—¿Qué importa que sea legal o no?
—Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por un Mendigo que va fumándose un porro, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose.
_____ cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Marcus en los extremos de la superfurgoneta, miró a Harry casi a punto de llorar.
—¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como un chico de dieciocho años normal y corriente?
—No —contestó él, sin un ápice de compasión.
—¡Harry, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera.
—Es que no lo eres.
—¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante—. Te lo ruego, Harry…
El rostro del inglés se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a _____ hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia.
Los ojos de _____ le habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia ella. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable.
Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Marcus, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Amy ya estaba sentada sobre Charles a falta de espacio.
—Siéntate tú encima de tu hermana —le pidió _____ a una de las gemelas.
Quedó un hueco libre. Harry, sin demasiados miramientos, se acomodó en él. Matt, situado al fondo de la furgoneta, se giró hacia _____ y agitó una mano en el aire, llamándola.
—Puedes sentarte aquí —le indicó, señalando sus piernas.
Harry sintió que algo extraño comenzaba a bullir en su interior. Posiblemente, se trataba de una especie de rabia incomprensible. Así que, cuando vio que _____ subía a la furgoneta dispuesta a sentarse sobre el idiota de Matt, la cogió de la cintura y tiró de ella hacia atrás, sentándola sobre sus rodillas.
—También puedes sentarte aquí —dijo, sin saber demasiado bien por qué narices acababa de hacer aquello—. Seguro que no pesas nada —añadió, intentando reparar el estropicio.
_____ no se movió. Y Harry
descubrió que Matt apretaba la mandíbula en exceso, cabreado tras el resultado
final. Charles, con la chica del pelo rosa acomodada sobre él, cerró la puerta
trasera de la superfurgoneta, y Marcus se puso en marcha, adentrándose en la
carretera principal de la urbanización directo hacia Helthon.
El Mendigo les deleitó con una música desconocida, una mezcla de rock y reggae, y todos los que se encontraban en la parte trasera de la furgoneta comenzaron a beber, a excepción de Matt y Harry. Este último se animó un poco cuando _____ le tendió una botella pequeña y sin abrir de cerveza.
Aquello no estaba bien. Él no bebía. Pero recordaba que _____ le había rogado que intentase comportarse como un chico normal de dieciocho años y supuso que, si todos allí se alcoholizaban, eso sería lo habitual y socialmente aceptado.
Casi podía escuchar el rechinar de los dientes de Matt a distancia. Le sonrió, mientras dirigía una mano escurridiza por la cintura de _____, medio abrazándola.
—Hay muchas curvas —le dijo. Y acto seguido fijó la vista en Matt, deseoso de ver cómo reaccionaba al respecto. Sus ojos destilaban una furia incontrolada.
A decir verdad, a Harry no le desagradó en exceso el hecho de llevar a _____ sentada en sus piernas. Desde aquella posición (y gracias a los tirantes de la camiseta que cruzaban su espalda), podía admirar la piel que quedaba al descubierto. Tenía aspecto de ser bastante suave, y eso a él le agradaba. Respiró hondo, observando la curvatura de sus hombros y cómo su larga melena se agitaba frente a él al compás de sus movimientos. Olía a champú de frutas exóticas… olía bien.
—¿Vas bien ahí? —le preguntó _____, volviéndose un poco.
—Sí, tranquila.
_____ se sentía nerviosa y cohibida. Si unas horas antes le hubieran dicho que terminaría sentada sobre el inglés, no lo habría creído de ningún modo. Le temblaban ligeramente las piernas, pero intentaba disimularlo para que él no notase lo mucho que todo aquello llegaba a afectarle. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, exactamente en el lugar donde Harry había decidido posar una de sus grandes manos. Tomó una gran bocanada de aire y siguió hablando con Amy, intentando no advertir cómo Harry respiraba cerca —muy cerca— de su cuello, haciéndole cosquillas y produciéndole pequeños escalofríos.
Cuando llegaron hasta Helthon y _____ se levantó de sus piernas, Harry notó la falta de calor y la siguió rápidamente. Mientras el resto bajaban de la furgoneta, sus miradas se cruzaron. Él sonrió tras descubrir que _____ tenía los mofletes rojizos y se sentía avergonzada. Le gustó aquel toque de inocencia.
—¡Arrasemos en Butterfly! —gritó Marcus, clamando al cielo—. Eh, mirad, ahí llega Evan con los demás.
«Evan… el gigante.» Harry observó temeroso cómo se acercaba el coche hacia ellos y aparcaba al lado. Antes de entrar en la discoteca, decidieron que tomarían unos cubatas fuera; Marcus les sirvió a todos un vaso. Harry terminó cediendo ante un poco de Vodka rojo.
—¡Menudo cuñadito que tengo! —exclamó Marcus, pellizcándole un moflete.
—Yo no soy tú cuñ… —comenzó a decir Harry, pero se calló inmediatamente en cuanto advirtió la amenazadora mirada de Evan, que agitó felizmente tanto a Golpes como a Sangre. Ambos eran igualmente aterradores. Harry intentó sonreírle, pero no lo consiguió.
Por el contrario, _____ optó por ignorar los comentarios de su hermano y prefirió aclararle personalmente a Matt que en realidad ellos no estaban saliendo. Este respiró tranquilo.
El Chico Arma se acercó y rellenó el vaso semivacío de Harry. Después le miró fijamente.
—¿Cómo va la noche?
—Bien, bastante bien —mintió Harry.
_____ se había alejado de él y ahora charlaba con su grupo de amigos, a unos metros de distancia. Harry intentó encontrar una buena excusa para huir de aquel psicópata, pero antes de que se le ocurriese nada él continuó hablando.
—_____ me ha comentado que eres muy inteligente —le informó.
—Ah, ¿sí? ¿De veras _____ ha dicho eso de mí? —Harry le miró largamente. Abrigaba ciertas dudas al respecto—. Bueno, a mí me ha comentado que tú eras superdotado… o algo así.
El psicópata asintió con la cabeza y le dio un trago a su cubata.
—Yo entiendo que te sientas extraño en este ambiente —le dijo—, pero al final te acostumbras. No son mala gente —añadió, mientras ambos contemplaban cómo Marcus le arrancaba la antena a uno de los coches que había aparcado cerca.
Por alguna extraña razón, a Harry no le sorprendió que Charles, el atracador innato, le echase una mano entre risas.
—Ya, claro…
El Mendigo les deleitó con una música desconocida, una mezcla de rock y reggae, y todos los que se encontraban en la parte trasera de la furgoneta comenzaron a beber, a excepción de Matt y Harry. Este último se animó un poco cuando _____ le tendió una botella pequeña y sin abrir de cerveza.
Aquello no estaba bien. Él no bebía. Pero recordaba que _____ le había rogado que intentase comportarse como un chico normal de dieciocho años y supuso que, si todos allí se alcoholizaban, eso sería lo habitual y socialmente aceptado.
Casi podía escuchar el rechinar de los dientes de Matt a distancia. Le sonrió, mientras dirigía una mano escurridiza por la cintura de _____, medio abrazándola.
—Hay muchas curvas —le dijo. Y acto seguido fijó la vista en Matt, deseoso de ver cómo reaccionaba al respecto. Sus ojos destilaban una furia incontrolada.
A decir verdad, a Harry no le desagradó en exceso el hecho de llevar a _____ sentada en sus piernas. Desde aquella posición (y gracias a los tirantes de la camiseta que cruzaban su espalda), podía admirar la piel que quedaba al descubierto. Tenía aspecto de ser bastante suave, y eso a él le agradaba. Respiró hondo, observando la curvatura de sus hombros y cómo su larga melena se agitaba frente a él al compás de sus movimientos. Olía a champú de frutas exóticas… olía bien.
—¿Vas bien ahí? —le preguntó _____, volviéndose un poco.
—Sí, tranquila.
_____ se sentía nerviosa y cohibida. Si unas horas antes le hubieran dicho que terminaría sentada sobre el inglés, no lo habría creído de ningún modo. Le temblaban ligeramente las piernas, pero intentaba disimularlo para que él no notase lo mucho que todo aquello llegaba a afectarle. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago, exactamente en el lugar donde Harry había decidido posar una de sus grandes manos. Tomó una gran bocanada de aire y siguió hablando con Amy, intentando no advertir cómo Harry respiraba cerca —muy cerca— de su cuello, haciéndole cosquillas y produciéndole pequeños escalofríos.
Cuando llegaron hasta Helthon y _____ se levantó de sus piernas, Harry notó la falta de calor y la siguió rápidamente. Mientras el resto bajaban de la furgoneta, sus miradas se cruzaron. Él sonrió tras descubrir que _____ tenía los mofletes rojizos y se sentía avergonzada. Le gustó aquel toque de inocencia.
—¡Arrasemos en Butterfly! —gritó Marcus, clamando al cielo—. Eh, mirad, ahí llega Evan con los demás.
«Evan… el gigante.» Harry observó temeroso cómo se acercaba el coche hacia ellos y aparcaba al lado. Antes de entrar en la discoteca, decidieron que tomarían unos cubatas fuera; Marcus les sirvió a todos un vaso. Harry terminó cediendo ante un poco de Vodka rojo.
—¡Menudo cuñadito que tengo! —exclamó Marcus, pellizcándole un moflete.
—Yo no soy tú cuñ… —comenzó a decir Harry, pero se calló inmediatamente en cuanto advirtió la amenazadora mirada de Evan, que agitó felizmente tanto a Golpes como a Sangre. Ambos eran igualmente aterradores. Harry intentó sonreírle, pero no lo consiguió.
Por el contrario, _____ optó por ignorar los comentarios de su hermano y prefirió aclararle personalmente a Matt que en realidad ellos no estaban saliendo. Este respiró tranquilo.
El Chico Arma se acercó y rellenó el vaso semivacío de Harry. Después le miró fijamente.
—¿Cómo va la noche?
—Bien, bastante bien —mintió Harry.
_____ se había alejado de él y ahora charlaba con su grupo de amigos, a unos metros de distancia. Harry intentó encontrar una buena excusa para huir de aquel psicópata, pero antes de que se le ocurriese nada él continuó hablando.
—_____ me ha comentado que eres muy inteligente —le informó.
—Ah, ¿sí? ¿De veras _____ ha dicho eso de mí? —Harry le miró largamente. Abrigaba ciertas dudas al respecto—. Bueno, a mí me ha comentado que tú eras superdotado… o algo así.
El psicópata asintió con la cabeza y le dio un trago a su cubata.
—Yo entiendo que te sientas extraño en este ambiente —le dijo—, pero al final te acostumbras. No son mala gente —añadió, mientras ambos contemplaban cómo Marcus le arrancaba la antena a uno de los coches que había aparcado cerca.
Por alguna extraña razón, a Harry no le sorprendió que Charles, el atracador innato, le echase una mano entre risas.
—Ya, claro…
Intentó apartar la mirada
de los ladrones y centrarse en cualquier otra cosa a su alrededor. Finalmente,
volvió a mirar al Chico Arma.
—Oye, llevas los ojos pintados de negro —advirtió.
—En efecto.
—¿Y puedo saber por qué?
El psicópata se encogió de hombros y después le sonrió.
—No sé, me gusta.
—A las chicas también.
—Lo sé. —Le observó con curiosidad—. Tú tienes demasiados prejuicios.
—No, tranquilo. —Harry sacudió las manos—. Al principio pensé que _____ me lo decía en broma, pero acabo de deducir que realmente eres el más normal de toda la tribu.
Él rió ante su comentario. Cuando Harry vio que el gigante se acercaba hacia ellos —acompañado por la Chica Cabeza Rapada—, desapareció rápidamente de allí y regresó al lado de _____, que estaba charlando con Nixie y Cloe.
—Es que me gusta muchísimo —decía Nixie, mientras fijaba sus ojos en Marcus—. Es tan… salvaje.
—Desde luego —afirmó Harry, convencido de ello al cien por cien.
—Y siempre me hace reír. —Nixie suspiró, enamorada—. ¿Crees que si le insinúo algo me rechazará?
—Lo dudo. En realidad puede que le gustes. —_____ se encogió de hombros.
—Normalmente los chicos suelen caer ante nuestros encantos —la animó Cloe—; excepto algunos idiotas, claro —añadió, fulminando a Harry con la mirada.
Él reprimió un escalofrío y casi se alegró cuando Marcus —todavía con la antena robada del coche en la mano— indicó que era hora de entrar en la discoteca. Todos se dirigieron hacia allí en tropel.
Las luces de Buterffly se veían desde lejos. Un cartel enorme se alzaba en lo alto de la discoteca con su nombre. En la entrada había una cola de gente esperando que los de seguridad les permitiesen pasar; ellos se colocaron al final.
—Creo que las únicas que aún no han cumplido los dieciocho son mi hermana y Amy —dijo Marcus. Parecía increíble que todavía pudiese hacer esos cálculos, teniendo en cuenta todo el alcohol que había ingerido—. Así que, Harry, coge a _____ de la mano, y tú, Charles, encárgate de Amy.
Harry accedió a enlazar sus dedos entre los de _____. Ella tenía la mano cálida. La joven rió tontamente ante la situación.
—¿Aún tienes diecisiete?
—Sí, soy de las últimas del curso en cumplir los dieciocho. —Volvió a reírse.
—¿Ya estás borracha? —le preguntó Harry, que en realidad empezaba a sentirse contento aun en medio de la tribu (lo cual resultaba preocupante).
—No, claro que no… —contestó ella, y se desternilló de risa; por lo cual Harry supuso que acaba de mentirle.
_____ continuó riendo hasta que el hombre de seguridad les dejó pasar, junto con el resto (a pesar de protestar previamente por las pintas que llevaban algunos). Dentro de la discoteca el volumen de la música era ensordecedor. La gente bailaba como loca de un lado a otro, y había varias congas dispersas aquí y allá. Las luces intermitentes de colores aturdían a Harry, y le costó distinguir la barra que se alzaba al fondo del local. Se dirigió hacia ella, siguiendo a los demás y arrastrando a _____ tras él.
—¡Yo quiero una cerveza! —gritó ella, cuando llegaron.
—¿Piensas seguir bebiendo? —le preguntó Harry.
—¿Y por qué no? —contestó _____—. ¡Llevaba semanas sin salir! Pediré otra para ti.
Harry iba a negarse, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Una atractiva camarera les sirvió las dos cervezas, mientras el resto del grupo seguía pidiendo cubatas y cócteles. Harry se alegró de que las gemelas feas acorralasen a Matt, haciéndole diversas preguntas sobre su famoso libro, y consiguiendo que él no tuviese que enfrentarse a su contrincante.
—¿Bailas?
Bajó la cabeza y encontró a _____. ¿Acababa de preguntarle si quería bailar? No estaba demasiado seguro, así que le dio un trago largo a su cerveza y negó después con la cabeza, por si acaso.
—¡Qué aburrido eres! —exclamó, antes de apartarse unos metros, junto con la chica del pelo rosa y sus amigas, y comenzar a bailar.
Harry se sentó en uno de los taburetes de la barra, al lado del psicópata, y contempló cómo _____ danzaba agitando las manos al compás de la melodía. Movía las caderas lentamente y las ondulaciones del cabello seguían aquellos movimientos como si se contagiasen por todo su cuerpo. Suspiró y le dio otro trago a su cerveza.
Instantes después, comenzó a descubrir que había una gran cantidad de chicos que, poco a poco, se iban acercando a ellas. Finalmente, uno de los jóvenes colocó las manos alrededor de la cintura de _____, y ella dejó caer los brazos sobre el cuello del chico. Los ojos grises de Harry se convirtieron en dos diminutas rendijas. No entendía qué estaba ocurriendo, tampoco entendía por qué _____ no apartaba a ese energúmeno de un brusco empujón.
—Oye, llevas los ojos pintados de negro —advirtió.
—En efecto.
—¿Y puedo saber por qué?
El psicópata se encogió de hombros y después le sonrió.
—No sé, me gusta.
—A las chicas también.
—Lo sé. —Le observó con curiosidad—. Tú tienes demasiados prejuicios.
—No, tranquilo. —Harry sacudió las manos—. Al principio pensé que _____ me lo decía en broma, pero acabo de deducir que realmente eres el más normal de toda la tribu.
Él rió ante su comentario. Cuando Harry vio que el gigante se acercaba hacia ellos —acompañado por la Chica Cabeza Rapada—, desapareció rápidamente de allí y regresó al lado de _____, que estaba charlando con Nixie y Cloe.
—Es que me gusta muchísimo —decía Nixie, mientras fijaba sus ojos en Marcus—. Es tan… salvaje.
—Desde luego —afirmó Harry, convencido de ello al cien por cien.
—Y siempre me hace reír. —Nixie suspiró, enamorada—. ¿Crees que si le insinúo algo me rechazará?
—Lo dudo. En realidad puede que le gustes. —_____ se encogió de hombros.
—Normalmente los chicos suelen caer ante nuestros encantos —la animó Cloe—; excepto algunos idiotas, claro —añadió, fulminando a Harry con la mirada.
Él reprimió un escalofrío y casi se alegró cuando Marcus —todavía con la antena robada del coche en la mano— indicó que era hora de entrar en la discoteca. Todos se dirigieron hacia allí en tropel.
Las luces de Buterffly se veían desde lejos. Un cartel enorme se alzaba en lo alto de la discoteca con su nombre. En la entrada había una cola de gente esperando que los de seguridad les permitiesen pasar; ellos se colocaron al final.
—Creo que las únicas que aún no han cumplido los dieciocho son mi hermana y Amy —dijo Marcus. Parecía increíble que todavía pudiese hacer esos cálculos, teniendo en cuenta todo el alcohol que había ingerido—. Así que, Harry, coge a _____ de la mano, y tú, Charles, encárgate de Amy.
Harry accedió a enlazar sus dedos entre los de _____. Ella tenía la mano cálida. La joven rió tontamente ante la situación.
—¿Aún tienes diecisiete?
—Sí, soy de las últimas del curso en cumplir los dieciocho. —Volvió a reírse.
—¿Ya estás borracha? —le preguntó Harry, que en realidad empezaba a sentirse contento aun en medio de la tribu (lo cual resultaba preocupante).
—No, claro que no… —contestó ella, y se desternilló de risa; por lo cual Harry supuso que acaba de mentirle.
_____ continuó riendo hasta que el hombre de seguridad les dejó pasar, junto con el resto (a pesar de protestar previamente por las pintas que llevaban algunos). Dentro de la discoteca el volumen de la música era ensordecedor. La gente bailaba como loca de un lado a otro, y había varias congas dispersas aquí y allá. Las luces intermitentes de colores aturdían a Harry, y le costó distinguir la barra que se alzaba al fondo del local. Se dirigió hacia ella, siguiendo a los demás y arrastrando a _____ tras él.
—¡Yo quiero una cerveza! —gritó ella, cuando llegaron.
—¿Piensas seguir bebiendo? —le preguntó Harry.
—¿Y por qué no? —contestó _____—. ¡Llevaba semanas sin salir! Pediré otra para ti.
Harry iba a negarse, pero no tuvo tiempo para hacerlo. Una atractiva camarera les sirvió las dos cervezas, mientras el resto del grupo seguía pidiendo cubatas y cócteles. Harry se alegró de que las gemelas feas acorralasen a Matt, haciéndole diversas preguntas sobre su famoso libro, y consiguiendo que él no tuviese que enfrentarse a su contrincante.
—¿Bailas?
Bajó la cabeza y encontró a _____. ¿Acababa de preguntarle si quería bailar? No estaba demasiado seguro, así que le dio un trago largo a su cerveza y negó después con la cabeza, por si acaso.
—¡Qué aburrido eres! —exclamó, antes de apartarse unos metros, junto con la chica del pelo rosa y sus amigas, y comenzar a bailar.
Harry se sentó en uno de los taburetes de la barra, al lado del psicópata, y contempló cómo _____ danzaba agitando las manos al compás de la melodía. Movía las caderas lentamente y las ondulaciones del cabello seguían aquellos movimientos como si se contagiasen por todo su cuerpo. Suspiró y le dio otro trago a su cerveza.
Instantes después, comenzó a descubrir que había una gran cantidad de chicos que, poco a poco, se iban acercando a ellas. Finalmente, uno de los jóvenes colocó las manos alrededor de la cintura de _____, y ella dejó caer los brazos sobre el cuello del chico. Los ojos grises de Harry se convirtieron en dos diminutas rendijas. No entendía qué estaba ocurriendo, tampoco entendía por qué _____ no apartaba a ese energúmeno de un brusco empujón.
«Bueno, si no lo hace ella,
tendré que hacerlo yo; está claro que es por su bien. Se nota a la legua que
solo pretende llevársela a la cama», pensó Harry, antes de bajar del taburete y
acercarse a _____.
No supo demasiado bien de dónde sacó el valor cuando se interpuso entre ellos y abrazó a _____, pegando su cuerpo al suyo. El chico al cual acababa de apartar de un empujón le miró con cara de pocos amigos.
—¿Qué cojones haces, tío? —le preguntó.
—Bailar con mi novia —respondió Harry.
_____ le miró con los ojos desorbitados y se echó a reír.
—Pero ¿qué dices, Harry? Tú no eres mi…
Pero no pudo decir nada más. Los labios de Harry presionaron los suyos. A _____ le costó descubrir lo que realmente ocurría: Harry la estaba besando.
Sintió cómo los latidos de su corazón se disparaban y se volvían mucho más rápidos. La música de la discoteca quedó amortiguada, como si alguien hubiera bajado el volumen, y la sensación de los labios de Harry junto a los suyos se tornó más real.
Harry sujetaba con una mano su rostro, mientras la otra presionaba su espalda acercándola más hacia sí. _____ no supo por qué no lograba apartarse de su cuerpo y terminar con aquel beso. Quizá porque los labios de Harry eran cálidos y suaves; quizá porque todo él olía tremendamente bien, a menta; quizá porque sencillamente había terminado por ser partícipe de ese beso cuando finalmente entreabrió sus labios y dejó que la lengua de Harry acariciase la suya…
_____ tenía los ojos cerrados, pero gracias al ruido advirtió que la gente aplaudía a su alrededor. Fue en ese instante cuando Harry se separó de ella y desapareció de su vista internándose entre la multitud que atestaba la discoteca. Miró a su alrededor y descubrió que eran sus amigos los que aplaudían tras presenciar aquel beso.
Marcus se acercó a su hermana, limpiándose una lagrimilla.
—Qué bonito —le dijo—. Me encanta Harry, creo que será el mejor cuñado del mundo.
La joven tragó saliva despacio. Todos la miraban. Incluso Matt, cuyo rostro estaba ahora rojo y repleto de ira. Se giró, buscando a Harry, y entonces recordó que acababa de desaparecer entre el gentío.
—Yo… —balbució, confundida—. Ahora vuelvo.
Y salió disparada de allí en la misma dirección por la que había visto partir a Harry. Se sentía extraña. Las luces la aturdían y mareaban. En realidad deseaba meterse en su cama y no pensar en lo que había ocurrido. Harry acababa de besarla. Y, peor aún, ella había correspondido.
Se abrió paso a base de codazos, haciéndose un hueco. De pronto le agobiaba ver tanta gente a su alrededor. Supuso que Harry habría huido de la discoteca, así que se dirigió hacia la salida y, cuando abandonó el lugar, agradeció el frío de la noche y el brusco viento que le sacudió el cabello.
No le vio por ninguna parte. Se abrazó a sí misma y comenzó a caminar hacia el sitio donde habían aparcado la furgoneta de Marcus, fingiendo no escuchar los verdes comentarios que le dedicaban un grupo de chavales.
Distinguió su figura desde lejos. Harry estaba apoyado en la furgoneta, con gesto pensativo, y tenía la mirada clavada en el cielo estrellado. El despeinado cabello rubio contrastaba con la oscuridad de la noche. _____ se acomodó a su lado sin decir nada y también fijó sus ojos en el manto oscuro que se extendía sobre sus cabezas.
«Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis…», comenzó a contar mentalmente las estrellas. Aquella noche había muchas, así que perdía la cuenta con facilidad y volvía a empezar.
Habían pasado cinco minutos cuando finalmente los dedos de Harry acariciaron los suyos, despacio, casi con miedo. _____ alzó la mirada y encontró sus ojos esmeraldas. Respiró hondo y notó cómo su estómago daba un vuelco inesperado.
Harry quiso decirle algo, cualquier cosa. Pero no pudo. Se perdió en la inocencia de su rostro y dejó que el silencio de la noche les envolviese.
En realidad habría podido decir muchas cosas. Como, por ejemplo, reconocer que quizá, solo quizá, acababa de darse cuenta de que sentía algo por ella. Notó que le costaba respirar mientras esa idea divagaba por su mente y prefirió pensar en otra cosa. Se puso a contar las estrellas, sin saber que _____, a su lado, hacía exactamente lo mismo.
«… Cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete…» El tiempo corría rápido al compás de sus cálculos. Harry casi había dejado de sentirse incómodo allí, junto a _____, cuando el resto de los amigos aparecieron calle abajo, indicándoles que era hora de volver a casa. Durante el regreso, _____ se sentó de nuevo sobre las rodillas de Harry, que ahora temblaban incontroladas. Él echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en la chapa metálica de la furgoneta, evitando así que el aroma del cabello de _____ lograse confundirle todavía más. Ni siquiera se movió conforme cada uno de los amigos se iba despidiendo de ellos cuando Marcus los dejaba en sus respectivas casas. Hicieron varias paradas, hasta que llegaron al hogar de los Graham.
Los tres entraron en la casa, y antes de perderse en el interior de su habitación, Marcus les dio las buenas noches tras dirigirles una sonrisa pícara.
Harry permaneció serio, frente a la puerta del cuarto de _____, mientras se miraban fijamente.
—Que descanses —le dijo _____.
Y cuando caminó hacia su cama se tambaleó ligeramente. Harry intentó no reír, pero se acercó hasta ella para asegurarse de que no caería al suelo. Fue a destaparle la cama cuando advirtió que no estaba hecha. Frunció el entrecejo.
—Ni siquiera has hecho la cama —se quejó.
_____ se giró hacia él.
—Oye, he estado muy ocupada con el cumpleaños de Marcus.
—Ya, pero…
—¿No puedes cerrar la boca un rato y dejar de protestar? —preguntó. Después le miró y sonrió con ternura—. Ven.
Harry dio un paso al frente, en silencio, situándose junto a ella. Cerró los ojos cuando _____ le besó y dejó que le tumbase en la cama y le tapase, una vez él consiguió quitarse los zapatos. Harry permaneció muy quieto cuando los brazos de _____ le abrazaron, y ella acomodó el rostro sobre el hueco entre su hombro y su propio rostro.
—Duerme conmigo —le susurró.
Y solo cuando _____ cayó rendida en un profundo sueño, Harry alzó una mano y la pasó por su espalda, abrazándola también. Bostezó. Y se dijo que mañana sería otro día y que, seguramente, todo volvería a la normalidad.
No supo demasiado bien de dónde sacó el valor cuando se interpuso entre ellos y abrazó a _____, pegando su cuerpo al suyo. El chico al cual acababa de apartar de un empujón le miró con cara de pocos amigos.
—¿Qué cojones haces, tío? —le preguntó.
—Bailar con mi novia —respondió Harry.
_____ le miró con los ojos desorbitados y se echó a reír.
—Pero ¿qué dices, Harry? Tú no eres mi…
Pero no pudo decir nada más. Los labios de Harry presionaron los suyos. A _____ le costó descubrir lo que realmente ocurría: Harry la estaba besando.
Sintió cómo los latidos de su corazón se disparaban y se volvían mucho más rápidos. La música de la discoteca quedó amortiguada, como si alguien hubiera bajado el volumen, y la sensación de los labios de Harry junto a los suyos se tornó más real.
Harry sujetaba con una mano su rostro, mientras la otra presionaba su espalda acercándola más hacia sí. _____ no supo por qué no lograba apartarse de su cuerpo y terminar con aquel beso. Quizá porque los labios de Harry eran cálidos y suaves; quizá porque todo él olía tremendamente bien, a menta; quizá porque sencillamente había terminado por ser partícipe de ese beso cuando finalmente entreabrió sus labios y dejó que la lengua de Harry acariciase la suya…
_____ tenía los ojos cerrados, pero gracias al ruido advirtió que la gente aplaudía a su alrededor. Fue en ese instante cuando Harry se separó de ella y desapareció de su vista internándose entre la multitud que atestaba la discoteca. Miró a su alrededor y descubrió que eran sus amigos los que aplaudían tras presenciar aquel beso.
Marcus se acercó a su hermana, limpiándose una lagrimilla.
—Qué bonito —le dijo—. Me encanta Harry, creo que será el mejor cuñado del mundo.
La joven tragó saliva despacio. Todos la miraban. Incluso Matt, cuyo rostro estaba ahora rojo y repleto de ira. Se giró, buscando a Harry, y entonces recordó que acababa de desaparecer entre el gentío.
—Yo… —balbució, confundida—. Ahora vuelvo.
Y salió disparada de allí en la misma dirección por la que había visto partir a Harry. Se sentía extraña. Las luces la aturdían y mareaban. En realidad deseaba meterse en su cama y no pensar en lo que había ocurrido. Harry acababa de besarla. Y, peor aún, ella había correspondido.
Se abrió paso a base de codazos, haciéndose un hueco. De pronto le agobiaba ver tanta gente a su alrededor. Supuso que Harry habría huido de la discoteca, así que se dirigió hacia la salida y, cuando abandonó el lugar, agradeció el frío de la noche y el brusco viento que le sacudió el cabello.
No le vio por ninguna parte. Se abrazó a sí misma y comenzó a caminar hacia el sitio donde habían aparcado la furgoneta de Marcus, fingiendo no escuchar los verdes comentarios que le dedicaban un grupo de chavales.
Distinguió su figura desde lejos. Harry estaba apoyado en la furgoneta, con gesto pensativo, y tenía la mirada clavada en el cielo estrellado. El despeinado cabello rubio contrastaba con la oscuridad de la noche. _____ se acomodó a su lado sin decir nada y también fijó sus ojos en el manto oscuro que se extendía sobre sus cabezas.
«Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis…», comenzó a contar mentalmente las estrellas. Aquella noche había muchas, así que perdía la cuenta con facilidad y volvía a empezar.
Habían pasado cinco minutos cuando finalmente los dedos de Harry acariciaron los suyos, despacio, casi con miedo. _____ alzó la mirada y encontró sus ojos esmeraldas. Respiró hondo y notó cómo su estómago daba un vuelco inesperado.
Harry quiso decirle algo, cualquier cosa. Pero no pudo. Se perdió en la inocencia de su rostro y dejó que el silencio de la noche les envolviese.
En realidad habría podido decir muchas cosas. Como, por ejemplo, reconocer que quizá, solo quizá, acababa de darse cuenta de que sentía algo por ella. Notó que le costaba respirar mientras esa idea divagaba por su mente y prefirió pensar en otra cosa. Se puso a contar las estrellas, sin saber que _____, a su lado, hacía exactamente lo mismo.
«… Cincuenta y tres, cincuenta y cuatro, cincuenta y cinco, cincuenta y seis, cincuenta y siete…» El tiempo corría rápido al compás de sus cálculos. Harry casi había dejado de sentirse incómodo allí, junto a _____, cuando el resto de los amigos aparecieron calle abajo, indicándoles que era hora de volver a casa. Durante el regreso, _____ se sentó de nuevo sobre las rodillas de Harry, que ahora temblaban incontroladas. Él echó la cabeza hacia atrás y la apoyó en la chapa metálica de la furgoneta, evitando así que el aroma del cabello de _____ lograse confundirle todavía más. Ni siquiera se movió conforme cada uno de los amigos se iba despidiendo de ellos cuando Marcus los dejaba en sus respectivas casas. Hicieron varias paradas, hasta que llegaron al hogar de los Graham.
Los tres entraron en la casa, y antes de perderse en el interior de su habitación, Marcus les dio las buenas noches tras dirigirles una sonrisa pícara.
Harry permaneció serio, frente a la puerta del cuarto de _____, mientras se miraban fijamente.
—Que descanses —le dijo _____.
Y cuando caminó hacia su cama se tambaleó ligeramente. Harry intentó no reír, pero se acercó hasta ella para asegurarse de que no caería al suelo. Fue a destaparle la cama cuando advirtió que no estaba hecha. Frunció el entrecejo.
—Ni siquiera has hecho la cama —se quejó.
_____ se giró hacia él.
—Oye, he estado muy ocupada con el cumpleaños de Marcus.
—Ya, pero…
—¿No puedes cerrar la boca un rato y dejar de protestar? —preguntó. Después le miró y sonrió con ternura—. Ven.
Harry dio un paso al frente, en silencio, situándose junto a ella. Cerró los ojos cuando _____ le besó y dejó que le tumbase en la cama y le tapase, una vez él consiguió quitarse los zapatos. Harry permaneció muy quieto cuando los brazos de _____ le abrazaron, y ella acomodó el rostro sobre el hueco entre su hombro y su propio rostro.
—Duerme conmigo —le susurró.
Y solo cuando _____ cayó rendida en un profundo sueño, Harry alzó una mano y la pasó por su espalda, abrazándola también. Bostezó. Y se dijo que mañana sería otro día y que, seguramente, todo volvería a la normalidad.
ohhhh, recien me entero de que subiste cap, y de eso hace un mes!!!!! Espero que subas pronto porque fue tan ashifageofydufyefgvcerejnvfgfv. *-*
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