<<Instinto
salvaje II >>
—Dame el teléfono del supermercado —le pidió Harry .
—¿Qué…?, ¿qué piensas hacer, pequeño demente?
—Pediré que traigan a casa masa de canapé preparada.
_____ se cruzó de brazos y le miró como si acabase de volverse completamente loco. Suspiró largamente.
—Mira, Harry , en el diminuto supermercado de la urbanización no hacen pedidos a domicilio.
—Entonces esta vez será la excepción —repuso él, sonriente—. Venga, no me cuentes historias y dame el teléfono.
_____ puso los ojos en blanco, antes de desaparecer hacia el comedor en busca de la guía telefónica. Allí se encontró con su hermano, Esko y Leo, que reían sin cesar mientras veían anonadados el programa ¿Quién quiere ser millonario? _____ no encontró la gracia del asunto y supuso que ya habrían fumado más de la cuenta.
—¿Estás con tu amiguito? —le preguntó Marcus, dirigiéndole una sonrisa ligeramente maliciosa.
—No es mi amiguito —repuso _____—. Y, en el remoto caso de que lo fuera, no sería asunto tuyo.
—Mientras os lo sigáis montando sobre la alfombra del comedor, será asunto mío —le indicó su hermano—. ¡En esta casa tenéis habitaciones de sobra para hacer gorrinadas, no hace falta que nos restreguéis vuestra feliz vida sexual! —gritó, y después rió atropelladamente, acompañado por las estridentes carcajadas de los otros dos.
—Marcus, creo que deberías dejar de fumar.
—¡Pero si la fiesta solo acaba de empezar! Espera a que lleguen los demás…
_____ cogió la guía telefónica y salió de allí dando un fuerte portazo. Estaba cabreada con el mundo en general. Harry tenía la culpa de todo. Antes de que el inglés llegase allí a pasar las vacaciones todo había ido sobre ruedas, sin problemas. Ahora, contrariamente, las cosas comenzaban a torcerse más de lo debido.
—¿Ya tienes el maldito teléfono? —preguntó Harry en cuanto ella entró en la cocina.
—Sí, aquí lo tienes —contestó _____, lanzándole la gruesa guía telefónica.
Harry logró cogerla al vuelo, pero dio un paso atrás, asustado.
—¿Quieres matarme? —Hojeó las páginas de la enorme guía—. ¿Y cómo narices pretendes que encuentre aquí el número del supermercado? ¡Búscalo tú!
Le tiró la guía, que de nuevo voló por los aires como si se tratase de una pelota de goma. _____ no consiguió alcanzarla y retumbó estridentemente sobre el suelo de la cocina.
—¡Estúpido! —le gritó al recogerla.
Respiró agitada, mientras buscaba el teléfono del supermercado y prometió que, una vez lograse preparar adecuadamente el cumpleaños de Marcus, también se dedicaría a celebrarlo por todo lo alto. Pensaba darse la fiesta de su vida. Es más: necesitaba urgentemente esa fiesta. Debía despejarse de todos aquellos insufribles días.
—Aquí lo tienes —le dijo cuando lo encontró y se lo señaló con la punta del dedo.
Él sonrió satisfecho. Cogió el teléfono, marcó el número y esperó una respuesta.
—¿Oiga?, ¿hablo con el supermercado? —preguntó—. Ah, perfecto. Soy el señor Harry , me gustaría hacerles un pedido a domicilio.
—Dame el teléfono del supermercado —le pidió Harry .
—¿Qué…?, ¿qué piensas hacer, pequeño demente?
—Pediré que traigan a casa masa de canapé preparada.
_____ se cruzó de brazos y le miró como si acabase de volverse completamente loco. Suspiró largamente.
—Mira, Harry , en el diminuto supermercado de la urbanización no hacen pedidos a domicilio.
—Entonces esta vez será la excepción —repuso él, sonriente—. Venga, no me cuentes historias y dame el teléfono.
_____ puso los ojos en blanco, antes de desaparecer hacia el comedor en busca de la guía telefónica. Allí se encontró con su hermano, Esko y Leo, que reían sin cesar mientras veían anonadados el programa ¿Quién quiere ser millonario? _____ no encontró la gracia del asunto y supuso que ya habrían fumado más de la cuenta.
—¿Estás con tu amiguito? —le preguntó Marcus, dirigiéndole una sonrisa ligeramente maliciosa.
—No es mi amiguito —repuso _____—. Y, en el remoto caso de que lo fuera, no sería asunto tuyo.
—Mientras os lo sigáis montando sobre la alfombra del comedor, será asunto mío —le indicó su hermano—. ¡En esta casa tenéis habitaciones de sobra para hacer gorrinadas, no hace falta que nos restreguéis vuestra feliz vida sexual! —gritó, y después rió atropelladamente, acompañado por las estridentes carcajadas de los otros dos.
—Marcus, creo que deberías dejar de fumar.
—¡Pero si la fiesta solo acaba de empezar! Espera a que lleguen los demás…
_____ cogió la guía telefónica y salió de allí dando un fuerte portazo. Estaba cabreada con el mundo en general. Harry tenía la culpa de todo. Antes de que el inglés llegase allí a pasar las vacaciones todo había ido sobre ruedas, sin problemas. Ahora, contrariamente, las cosas comenzaban a torcerse más de lo debido.
—¿Ya tienes el maldito teléfono? —preguntó Harry en cuanto ella entró en la cocina.
—Sí, aquí lo tienes —contestó _____, lanzándole la gruesa guía telefónica.
Harry logró cogerla al vuelo, pero dio un paso atrás, asustado.
—¿Quieres matarme? —Hojeó las páginas de la enorme guía—. ¿Y cómo narices pretendes que encuentre aquí el número del supermercado? ¡Búscalo tú!
Le tiró la guía, que de nuevo voló por los aires como si se tratase de una pelota de goma. _____ no consiguió alcanzarla y retumbó estridentemente sobre el suelo de la cocina.
—¡Estúpido! —le gritó al recogerla.
Respiró agitada, mientras buscaba el teléfono del supermercado y prometió que, una vez lograse preparar adecuadamente el cumpleaños de Marcus, también se dedicaría a celebrarlo por todo lo alto. Pensaba darse la fiesta de su vida. Es más: necesitaba urgentemente esa fiesta. Debía despejarse de todos aquellos insufribles días.
—Aquí lo tienes —le dijo cuando lo encontró y se lo señaló con la punta del dedo.
Él sonrió satisfecho. Cogió el teléfono, marcó el número y esperó una respuesta.
—¿Oiga?, ¿hablo con el supermercado? —preguntó—. Ah, perfecto. Soy el señor Harry , me gustaría hacerles un pedido a domicilio.
_____ le observó mientras él permanecía en silencio, escuchando al parecer las palabras de uno de los encargados.
—Ya sé que no tienen ese servicio para clientes, pero pienso que podría hacer una excepción. —Suspiró—. Verá, las excepciones suelen ser bien recompensadas, usted ya me entiende…
Hubo unos instantes tensos. Y después, sorprendentemente, Harry comenzó a indicarle la dirección de la casa y qué deseaba comprar. Luego colgó y le lanzó a _____ una mirada rebosante de orgullo.
—¿Ves? No era tan difícil —le dijo.
—Le has sobornado —farfulló la joven.
—Lo sé. —Chasqueó los dedos—. Recuerda esto, _____: el dinero puede con todo.
—Me das asco.
—Apuesto lo que sea a que mi dinero también puede con tu asco —repuso Harry , con ademán reflexivo.
_____ pasó el resto de la tarde siguiendo las instrucciones de Harry . Preparó el relleno de los canapés y aguantó sus continuas quejas.
—No puedo creer que ni siquiera tengáis un poco de caviar —decía—. Sinceramente, teniendo en cuenta los nefastos ingredientes, no sé si estos canapés serán comestibles.
_____ fingió no escucharle y continuó mezclando atún con tomate en un pequeño cuenco. Aproximadamente media hora después, los canapés estaban preparados y listos para hornear. _____ contempló las dos bandejas repletas con cierta duda. Vendría mucha gente, incluidos sus amigos, así que supuso que los ridículos canapés no llenarían siquiera el estómago de dos personas.
—Vale, mételos en el horno —continuó Harry , disfrutando como nadie del hecho de poder dar una orden tras otra—. Será mejor que vaya subiendo a mi habitación para arreglarme —añadió.
_____ se giró tras cerrar la puerta del horno y le miró fijamente.
—Harry , hazme un favor: no te arregles demasiado —le pidió—. Solo lo justo, ¿entiendes? Iremos después a una discoteca que está en el pueblo de al lado. No hace falta que te vistas de etiqueta.
—Eso ya lo sabía… —susurró él con desdén.
_____ rió tímidamente cuando él desapareció de la cocina, advirtiendo que no lo sabía. Ciertamente, minutos atrás, al subir a la planta de arriba para ir al baño, había divisado un perfecto esmoquin (o algo parecido) tendido sobre la cama de Justin; bien preparado de antemano. El inglés era tan… previsible.
Antes de ir ella también a vestirse, sacó dos pizzas de la nevera y las metió en la parte inferior del horno, omitiendo los consejos de Harry . Estuvo a punto de ponerse a freír patatas, pero supuso que ya era demasiado tarde y los invitados aparecerían en breve.
Una vez en su cuarto, se puso unos vaqueros ajustados y para la parte de arriba eligió una camiseta de tirantes que se cruzaban en la espalda de color marrón, a conjunto con las botas. Suspiró, dejando atrás su sudadera y doblándola sobre la cama. Después se dirigió directa hacia el baño y, justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, se cruzó con Harry .
—Aparta —le espetó él, dándole un empujón y entrando en el baño.
—¡Eh, pero te has colado!
—Pues te fastidias.
Iba a cerrarle la puerta en las narices, pero _____ colocó el pie entre esta y el marco justo a tiempo. Él entrecerró los ojos y un brillo grisáceo pareció emanar de ellos.
—Quita el pie de ahí —exigió. Y entonces la miró de arriba abajo. Lentamente una sonrisilla malévola apareció en sus labios—. Por cierto, bonito escote.
—¡Cállate, idiota! —se quejó ella, llevándose una mano al pecho.
—Pensaba que eras una tabla de surf. —Volvió a sonreír—. Me has estado engañando, ¿eh?
_____ respiró hondo y alzó la vista hasta el techo del pasillo, rogándole al Dios que la había abandonado en aquel aeropuerto, cuando él llegó a Estados Unidos, que regresara y la salvara de una muerte segura.
—¿Te importa si compartimos el baño? —Preguntó ella, intentando aparentar amabilidad—. Tengo que peinarme. Si no, nos quedaremos aquí en la puerta hasta la madrugada.
—Está bien. —Harry abrió un poco la puerta—. Pero que conste que soy como los seguratas de las discotecas: el pase se acepta o se deniega según el tamaño del escote.
—Eres un cerdo, Harry —atajó ella, apartándole a un lado y entrando.
Él se colocó detrás de _____, mientras ella se situaba frente al espejo y comenzaba a cepillarse el cabello con ahínco. Harry bajó la vista y observó el contorno del trasero de la chica. Era la primera vez que se vestía con una prenda tan ajustada como para que pudiese hacer sus cálculos anatómicos. No estaba tan mal. Pero, claro, era _____, y eso sí estaba mal.
—No te preocupes, sabes perfectamente que yo jamás te tocaría —respondió él—. No estoy tan desesperado como para rebajarme hasta tu nivel.
_____ le ignoró y continuó peinándose, con Harry a su lado,
apenas a unos centímetros de distancia, evaluando cómo intentaba recogerse el
pelo en una especie de moño desenfadado.
—No te queda bien —le indicó él.
—¿Te importaría dejar de humillarme? —se quejó _____, malhumorada. Su paciencia se agotaba por momentos.
—No es eso. —Harry frunció los labios, como si le costase pronunciar las palabras que pensaba decir—. Es que el pelo suelto te favorece más —concluyó.
_____ se giró hacia él y dejó de colocarse horquillas negras en el contorno del moño.
—¿Lo dices en serio? —Se evaluó frente al espejo, observándose de perfil e intentando decidir qué hacer—. Hum… puede que tengas razón.
Finalmente se quitó las horquillas y dejó que la melena color castaño oscuro se deslizase libremente por su espalda. Harry observó las ondulaciones del cabello en silencio, pensativo.
—¿Me lo plancho? —preguntó _____, ansiosa por recibir más consejos de belleza por parte de un hombre. Tenía la seguridad de que eran más sinceros que sus propias amigas.
—¿Y a mí qué me cuentas? —contestó él, volviendo a su antipático estado natural. Contempló el decepcionado rostro de _____—. Bueno, no, no te lo planches. Está mejor así.
Ella sonrió tímidamente, y él deseó que la tierra se lo tragase. No le gustaba estar en aquel baño con _____, pues era una extraña situación que daba a entender lo bien que se llevaban, la confianza que tenían el uno en el otro y la intimidad que reinaba en la relación. Todo falso, obviamente.
—¿Te falta mucho? —insistió—. Quiero mear. Y no pienso hacerlo delante de ti, por mucho que lo desees.
_____ le dedicó una mueca de asco, y la situación pareció volver a la normalidad.
—Me das asco —masculló—. Ya me marcho, tranquilo.
Se fue poco después, dejándole a solas. Harry corrió el pestillo de la puerta. Se miró al espejo y con un poco de agua despuntó los mechones rubios que danzaban de un lado a otro. _____ le había indicado que no debía arreglarse demasiado, así que intentó dotar su pelo de un toque desenfadado. Se había vestido concienzudamente con unos vaqueros corrientes (doscientos cincuenta dólares) y una camisa gris que conjuntaba con el color de sus ojos. Se desabrocharon los primeros dos botones de la camisa y respiró hondo.
Estaba nervioso. Aquella noche debía enfrentarse a muchas cosas, no solo a la idiota de _____. Tendría que ver de nuevo a sus amigos (sin contar con la idea de conocer a los amigos de Marcus). Todavía recordaba a Cloe, la loca que pretendía llevarlo a su habitación para que hiciesen una película no apta para todos los públicos; Charles, el joven macarra que siempre parecía estar a punto de cometer un atraco y le trataba como si fuesen hermanos y se conociesen de toda la vida; Nixie, la loca que afirmaba continuamente lo guapo que era Marcus (Harry sintió un leve escalofrío al recordarlo). Pero, por encima de todos ellos, le preocupaba tener que volver a encontrarse con Matt.
Matt era su contrincante. Vestía bien, tenía la piel cuidada y era elegante y rico. Le odió en cuanto le vio por primera vez. Además, Matt llevaba enamorado de _____ muchos años, y a Harry había dejado de parecerle gracioso ese asunto. Matt era una mosca que sus pulcros zapatos debían aplastar sin compasión. Harry sonrió frente al espejo, sintiéndose más seguro tras su último pensamiento.
—¿Te has ahogado en el retrete? —Preguntó _____, gritando tras la puerta a bocajarro—. Eres tan tonto que no me sorprendería, la verdad.
—No, querida _____. —Harry sonrió, apoyando ambas manos en el lavabo y pensando en su próximo comentario—. Estoy ocupado… aliviando ciertas necesidades… sexuales. —Apretó los labios, aguantando una sonora carcajada—. Si quieres entras y me echas una mano; nunca mejor dicho.
—¡Guarro! ¡Serás…! ¡Arg, te odio! —exclamó, consternada—. Por tu bien, espero que sea una de tus estúpidas bromas.
Harry abrió la puerta del baño de golpe, disipando las dudas de _____. Le dedicó una amplia sonrisa y le tocó la punta de la nariz con uno de sus largos dedos.
—Seguro que ya estabas fantaseando, ¿eh, pillina? —le dijo.
_____ frunció el entrecejo.
—En realidad, prefiero fantasear sobre lo mal que lo vas a pasar esta noche.
Y acto seguido comenzó a caminar escaleras abajo. A Harry no le agradó su último comentario. Siguió los pasos de _____ algo enfurruñado e intentando calmarse. Era complicado controlarse en ciertas situaciones que nunca había tenido que vivir. La vida americana le parecía el caos más absoluto jamás conocido.
Llamaron al timbre de la puerta. Marcus, junto con sus dos amigos, se levantó al fin del sofá (al cual podría haberse pegado; Harry trazó una nota mental al respecto: no volver a sentarse ahí bajo ningún concepto). Cuando la puerta se abrió y un montón de extraños energúmenos empezaron a colarse en la casa de la familia Graham, Harry pensó que se trataba de un atraco a mano armada.
—No te queda bien —le indicó él.
—¿Te importaría dejar de humillarme? —se quejó _____, malhumorada. Su paciencia se agotaba por momentos.
—No es eso. —Harry frunció los labios, como si le costase pronunciar las palabras que pensaba decir—. Es que el pelo suelto te favorece más —concluyó.
_____ se giró hacia él y dejó de colocarse horquillas negras en el contorno del moño.
—¿Lo dices en serio? —Se evaluó frente al espejo, observándose de perfil e intentando decidir qué hacer—. Hum… puede que tengas razón.
Finalmente se quitó las horquillas y dejó que la melena color castaño oscuro se deslizase libremente por su espalda. Harry observó las ondulaciones del cabello en silencio, pensativo.
—¿Me lo plancho? —preguntó _____, ansiosa por recibir más consejos de belleza por parte de un hombre. Tenía la seguridad de que eran más sinceros que sus propias amigas.
—¿Y a mí qué me cuentas? —contestó él, volviendo a su antipático estado natural. Contempló el decepcionado rostro de _____—. Bueno, no, no te lo planches. Está mejor así.
Ella sonrió tímidamente, y él deseó que la tierra se lo tragase. No le gustaba estar en aquel baño con _____, pues era una extraña situación que daba a entender lo bien que se llevaban, la confianza que tenían el uno en el otro y la intimidad que reinaba en la relación. Todo falso, obviamente.
—¿Te falta mucho? —insistió—. Quiero mear. Y no pienso hacerlo delante de ti, por mucho que lo desees.
_____ le dedicó una mueca de asco, y la situación pareció volver a la normalidad.
—Me das asco —masculló—. Ya me marcho, tranquilo.
Se fue poco después, dejándole a solas. Harry corrió el pestillo de la puerta. Se miró al espejo y con un poco de agua despuntó los mechones rubios que danzaban de un lado a otro. _____ le había indicado que no debía arreglarse demasiado, así que intentó dotar su pelo de un toque desenfadado. Se había vestido concienzudamente con unos vaqueros corrientes (doscientos cincuenta dólares) y una camisa gris que conjuntaba con el color de sus ojos. Se desabrocharon los primeros dos botones de la camisa y respiró hondo.
Estaba nervioso. Aquella noche debía enfrentarse a muchas cosas, no solo a la idiota de _____. Tendría que ver de nuevo a sus amigos (sin contar con la idea de conocer a los amigos de Marcus). Todavía recordaba a Cloe, la loca que pretendía llevarlo a su habitación para que hiciesen una película no apta para todos los públicos; Charles, el joven macarra que siempre parecía estar a punto de cometer un atraco y le trataba como si fuesen hermanos y se conociesen de toda la vida; Nixie, la loca que afirmaba continuamente lo guapo que era Marcus (Harry sintió un leve escalofrío al recordarlo). Pero, por encima de todos ellos, le preocupaba tener que volver a encontrarse con Matt.
Matt era su contrincante. Vestía bien, tenía la piel cuidada y era elegante y rico. Le odió en cuanto le vio por primera vez. Además, Matt llevaba enamorado de _____ muchos años, y a Harry había dejado de parecerle gracioso ese asunto. Matt era una mosca que sus pulcros zapatos debían aplastar sin compasión. Harry sonrió frente al espejo, sintiéndose más seguro tras su último pensamiento.
—¿Te has ahogado en el retrete? —Preguntó _____, gritando tras la puerta a bocajarro—. Eres tan tonto que no me sorprendería, la verdad.
—No, querida _____. —Harry sonrió, apoyando ambas manos en el lavabo y pensando en su próximo comentario—. Estoy ocupado… aliviando ciertas necesidades… sexuales. —Apretó los labios, aguantando una sonora carcajada—. Si quieres entras y me echas una mano; nunca mejor dicho.
—¡Guarro! ¡Serás…! ¡Arg, te odio! —exclamó, consternada—. Por tu bien, espero que sea una de tus estúpidas bromas.
Harry abrió la puerta del baño de golpe, disipando las dudas de _____. Le dedicó una amplia sonrisa y le tocó la punta de la nariz con uno de sus largos dedos.
—Seguro que ya estabas fantaseando, ¿eh, pillina? —le dijo.
_____ frunció el entrecejo.
—En realidad, prefiero fantasear sobre lo mal que lo vas a pasar esta noche.
Y acto seguido comenzó a caminar escaleras abajo. A Harry no le agradó su último comentario. Siguió los pasos de _____ algo enfurruñado e intentando calmarse. Era complicado controlarse en ciertas situaciones que nunca había tenido que vivir. La vida americana le parecía el caos más absoluto jamás conocido.
Llamaron al timbre de la puerta. Marcus, junto con sus dos amigos, se levantó al fin del sofá (al cual podría haberse pegado; Harry trazó una nota mental al respecto: no volver a sentarse ahí bajo ningún concepto). Cuando la puerta se abrió y un montón de extraños energúmenos empezaron a colarse en la casa de la familia Graham, Harry pensó que se trataba de un atraco a mano armada.
—Bienvenidos —dijo _____.
—¿Les das la bienvenida a ellos? —le preguntó Harry , en susurros, mientras señalaba al grupo. Necesitaba cerciorase de que aquellos eran invitados.
—Mantén la boca cerrada.
Los ojos de Harry danzaban de un lado a otro, contemplando el desastre que se iba desatando a su alrededor. Una chica con el cabello de color rosa chicle le dio dos besos y se presentó.
—Soy Amy —le dedicó una sonrisa.
—Ah, pues qué bien —contestó Harry , confundido.
—Él es Harry —añadió _____ rápidamente, sacándole del apuro—. Perdona, es un poco tímido.
—¡Oh, no tiene importancia! —Amy rió.
Harry no podía apartar la vista de ella, con ese color tan llamativo de pelo. Era como si le hubiese hipnotizado.
Había mucha gente. Dos jóvenes que también llevaban rastas, aunque más finas que las de Marcus; dos chicas gemelas, ambas igual de feas, según catalogó el inglés rápidamente; y un joven que parecía recién salido de un psiquiátrico de alto riesgo. Iba completamente vestido de negro y calzaba unas enormes botas militares. Su cazadora (negra, al igual que todo lo demás) estaba repleta de remaches y cadenas de plata que colgaban por doquier. El chico en sí era un arma andante. Por si aquello fuese poco, un flequillo ladeado ocultaba la mitad de su pálido rostro, sobre el cual apenas cabía un piercing más. Era alto, aunque excesivamente delgado. Así que, cuando _____ cogió al chico de la mano y lo arrastró hacia Harry con la intención de presentárselo, a este le entraron verdaderas ganas de convertirse en una versión moderna de Forrest Gump y echar a correr a toda velocidad.
Sin embargo, el cabello rosa fucsia de Amy seguía ejerciendo cierto control mental sobre él, por lo cual se contuvo y permaneció muy quieto, adivinando que se avecinaba una de las noches más extrañas de su vida.
—Mira, él es Harry , el estudiante inglés que ha venido a pasar las Navidades con nosotros —le decía _____ al chico arma letal—. Harry , te presento a Gorth.
«Hasta el nombre suena extrañamente… mortífero y peligroso», pensó Harry . Estiró la mano, intentando complacerle, pero Gorth le miró serio y no aceptó su saludo.
—Le cuesta entablar amistad con los desconocidos —le explicó _____, tratando a Gorth como si fuese su chiquillo protegido.
—Créeme, no importa. —Harry sonrió, satisfecho. Mejor si aquel psicótico no le dirigía la palabra en toda la noche. Un alivio para él.
Marcus gritó, y su voz se elevó sobre el nivel de los murmullos en la entrada de la vivienda.
—¿Cenamos ya o qué? ¡Me muero de hambre!
Harry se acercó con sigilo al oído de _____.
—Palabras vulgares, muy propias de tu hermano y su falta de educación.
_____ le apartó de un codazo, pero, curiosamente, Harry observó que Gorth había oído su comentario y ahora le sonreía. Clavó la vista en el suelo. El chico arma le intimidaba más de lo que le gustaba. Por eso, cuando _____ se alejó para explicarle a su hermano que todavía faltaban invitados por llegar, Harry creyó que el mundo se le venía encima.
—Un buen comentario —le dijo el psicópata. Apenas movía los labios para articular las palabras.
Aguantó unos instantes mirándole fijamente. Y mágicamente agradeció la cercana presencia de la «chica pelo rosa». Quizá ella se dignase salvarle si Gorth decidía atacarle de improviso. Dio un paso hacia atrás, por si las moscas.
—Gracias —dijo al fin.
Todos los invitados pasaron al comedor y se acomodaron en los sofás y las sillas que rodeaban la enorme mesa de madera. Harry advirtió que, al parecer, _____ había puesto la mesa mientras él se encerraba en el baño y, como era de esperar, lo había hecho francamente mal. Cubiertos desordenados y alineaciones desacertadas. Así que, mientras todos se acomodaban, se dedicó a organizar aquel caos.
—¡Deja de hacer eso, por favor! —le pidió ella—. Acabará enterándose todo el mundo de lo enfermo que estás. Intenta disimular, al menos.
—El desorden también es una enfermedad, _____ —le acusó él, señalándola con el dedo índice para que todos los invitados advirtiesen que aquello no era una conversación normal, sino una disputa.
Ella le ignoró y se dirigió hacia la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Harry la siguió, alejándose de todos aquellos enigmáticos elementos. Al lado de los amigos de Marcus, _____ podría haber sido una delicada princesita la mar de femenina.
Frunció los labios con desagrado en cuanto divisó quiénes se encontraban en los escalones de la entrada. Todos le saludaron amablemente, excepto Matt, que ni siquiera se dignó mirarle; en cambio, se acercó hacia _____ y le dio un pomposo beso en la mejilla. «Rata de cloaca, debes morir», pensó Harry , mientras contemplaba asqueado su rostro.
—¿Les das la bienvenida a ellos? —le preguntó Harry , en susurros, mientras señalaba al grupo. Necesitaba cerciorase de que aquellos eran invitados.
—Mantén la boca cerrada.
Los ojos de Harry danzaban de un lado a otro, contemplando el desastre que se iba desatando a su alrededor. Una chica con el cabello de color rosa chicle le dio dos besos y se presentó.
—Soy Amy —le dedicó una sonrisa.
—Ah, pues qué bien —contestó Harry , confundido.
—Él es Harry —añadió _____ rápidamente, sacándole del apuro—. Perdona, es un poco tímido.
—¡Oh, no tiene importancia! —Amy rió.
Harry no podía apartar la vista de ella, con ese color tan llamativo de pelo. Era como si le hubiese hipnotizado.
Había mucha gente. Dos jóvenes que también llevaban rastas, aunque más finas que las de Marcus; dos chicas gemelas, ambas igual de feas, según catalogó el inglés rápidamente; y un joven que parecía recién salido de un psiquiátrico de alto riesgo. Iba completamente vestido de negro y calzaba unas enormes botas militares. Su cazadora (negra, al igual que todo lo demás) estaba repleta de remaches y cadenas de plata que colgaban por doquier. El chico en sí era un arma andante. Por si aquello fuese poco, un flequillo ladeado ocultaba la mitad de su pálido rostro, sobre el cual apenas cabía un piercing más. Era alto, aunque excesivamente delgado. Así que, cuando _____ cogió al chico de la mano y lo arrastró hacia Harry con la intención de presentárselo, a este le entraron verdaderas ganas de convertirse en una versión moderna de Forrest Gump y echar a correr a toda velocidad.
Sin embargo, el cabello rosa fucsia de Amy seguía ejerciendo cierto control mental sobre él, por lo cual se contuvo y permaneció muy quieto, adivinando que se avecinaba una de las noches más extrañas de su vida.
—Mira, él es Harry , el estudiante inglés que ha venido a pasar las Navidades con nosotros —le decía _____ al chico arma letal—. Harry , te presento a Gorth.
«Hasta el nombre suena extrañamente… mortífero y peligroso», pensó Harry . Estiró la mano, intentando complacerle, pero Gorth le miró serio y no aceptó su saludo.
—Le cuesta entablar amistad con los desconocidos —le explicó _____, tratando a Gorth como si fuese su chiquillo protegido.
—Créeme, no importa. —Harry sonrió, satisfecho. Mejor si aquel psicótico no le dirigía la palabra en toda la noche. Un alivio para él.
Marcus gritó, y su voz se elevó sobre el nivel de los murmullos en la entrada de la vivienda.
—¿Cenamos ya o qué? ¡Me muero de hambre!
Harry se acercó con sigilo al oído de _____.
—Palabras vulgares, muy propias de tu hermano y su falta de educación.
_____ le apartó de un codazo, pero, curiosamente, Harry observó que Gorth había oído su comentario y ahora le sonreía. Clavó la vista en el suelo. El chico arma le intimidaba más de lo que le gustaba. Por eso, cuando _____ se alejó para explicarle a su hermano que todavía faltaban invitados por llegar, Harry creyó que el mundo se le venía encima.
—Un buen comentario —le dijo el psicópata. Apenas movía los labios para articular las palabras.
Aguantó unos instantes mirándole fijamente. Y mágicamente agradeció la cercana presencia de la «chica pelo rosa». Quizá ella se dignase salvarle si Gorth decidía atacarle de improviso. Dio un paso hacia atrás, por si las moscas.
—Gracias —dijo al fin.
Todos los invitados pasaron al comedor y se acomodaron en los sofás y las sillas que rodeaban la enorme mesa de madera. Harry advirtió que, al parecer, _____ había puesto la mesa mientras él se encerraba en el baño y, como era de esperar, lo había hecho francamente mal. Cubiertos desordenados y alineaciones desacertadas. Así que, mientras todos se acomodaban, se dedicó a organizar aquel caos.
—¡Deja de hacer eso, por favor! —le pidió ella—. Acabará enterándose todo el mundo de lo enfermo que estás. Intenta disimular, al menos.
—El desorden también es una enfermedad, _____ —le acusó él, señalándola con el dedo índice para que todos los invitados advirtiesen que aquello no era una conversación normal, sino una disputa.
Ella le ignoró y se dirigió hacia la puerta cuando el timbre sonó de nuevo. Harry la siguió, alejándose de todos aquellos enigmáticos elementos. Al lado de los amigos de Marcus, _____ podría haber sido una delicada princesita la mar de femenina.
Frunció los labios con desagrado en cuanto divisó quiénes se encontraban en los escalones de la entrada. Todos le saludaron amablemente, excepto Matt, que ni siquiera se dignó mirarle; en cambio, se acercó hacia _____ y le dio un pomposo beso en la mejilla. «Rata de cloaca, debes morir», pensó Harry , mientras contemplaba asqueado su rostro.
Matt se había arreglado más que él, y eso le molestaba. ¡Y
todo por culpa de _____, que le había sugerido que no se vistiese demasiado
formal! Sintió ganas de enfundarse el traje de sultán que su madre le había
regalado tras uno de sus viajes a Arabia, solo por hacerle la competencia.
—¿Qué tal lo has pasado estos días?
Harry ladeó la cabeza, advirtiendo que se dirigían a él. Sintió un escalofrío cuando descubrió a la emisora de aquella pregunta. Cloe. La misma Cloe que había intentado violarlo días atrás. Vestía unos vaqueros excesivamente cortos y un top de lentejuelas que dejaba poco espacio a la imaginación.
—Genial —respondió él, secamente.
Charles, el macarra con pinta de atracador innato, le dio una brusca palmada en la espalda y le pellizcó un moflete, lo cual no le agradó demasiado.
—¡Esta noche lo vamos a pasar en grande, eh! Ja, ja, ya verás qué marcha nos traemos por aquí —le dijo.
—Oh, sí, me muero de emoción —masculló Harry con un tono extremadamente monótono.
—Tan estúpido como siempre —farfulló Matt, arrugando la nariz.
—¡Eh, deja de meterte con mi brother! —exclamó Charles, que abrazó al inglés como si fuera de su propiedad.
_____ arrastró a Matt a un lado, cortando por lo sano cualquier discusión, y el resto los siguieron hasta el salón. Dentro se había desatado una guerra de cojines que sobrevolaban la estancia como estrellas fugaces y terminaban estampándose contra jarrones, rostros desprevenidos o cualquiera que se pusiese por delante. Harry contempló alarmado la escena, y sus ojos grises se dirigieron velozmente hacia la estantería de madera donde reposaba la colección de dedales de cerámica de la señora Graham.
—¡Eh, cuidado con los dedales! —les gritó, sin poder contenerse.
Se llevó una mano a los labios, asustado. ¿Qué narices hacía él defendiendo a la inculta madre de _____? Respiró hondo, intentando buscar en algún recóndito lugar de sí mismo a ese Harry malévolo y frío que normalmente se apoderaba de sus sentimientos.
—¡TENGO HAMBRE! —Gritaba Marcus, al compás de Esko, como un poseso depravado—. _____, saca la cena, y los que falten, que se aguanten.
_____ asintió con la cabeza tras confiscar todos los almohadones y esconderlos en el baño de arriba. Se dirigió a la cocina, seguida por Nixie y Matt, así que Harry también lo hizo. Al contrario que el resto, él no se dignó cargar con ningún plato, de modo que cuando llamaron por tercera vez al timbre de la puerta, él era el único que tenía las manos libres.
—¡Justin!, ¿puedes abrir tú la puerta? —le rogó _____.
—¿Tengo cara de mayordomo o qué?
—¡Por favor, no puedo hacerlo todo!
Harry se mostró solidario y se dirigió hacia la puerta de la entrada. Abrió despacio y temeroso, como si esperase encontrarse frente a él a Jack el Destripador. Pues bien, en realidad lo que sus ojos vislumbraron no se iba mucho de la línea de cosas que había imaginado.
Un chico enorme —de casi dos metros, por lo menos—, con una espalda por la cual Harry habría podido escalar de habérselo propuesto, le sonreía ampliamente. Le faltaba un diente: la pala derecha.
—Bienvenido al cumpleaños de Marcus —dijo Harry , sintiéndose estúpido.
Observó cómo dos chicas más salían del coche recién aparcado y se retocaban el maquillaje contemplando sus rostros en los espejos retrovisores.
—Tú debes de ser el novio de _____, ¿verdad? —comentó el grandullón.
Harry rió.
—¡Qué va! De ningún modo.
—Oye, rubito, no me lleves la contraria —bramó el gigante, apuntándole con un dedo acusador—. Me lo ha dicho Marcus, así que ¿estás insinuando que mi amigo es un mentiroso?
El inglés tragó saliva despacio. El desorbitado tamaño de los puños cerrados de La Masa le aterrorizaba.
—¡Ah, je, je! ¡Claro que soy el novio de _____!, ¡lo había olvidado! Ja, ja, ja. —Rió con nerviosismo, de un modo entrecortado.
—Pues que no se te vuelva a olvidar si no quieres enfrentarte a Golpes —le dijo señalando su puño derecho— y Sangre —concluyó, alzando el izquierdo.
—Oh, no, no te preocupes; _____ y yo estamos muy enamorados (ya pensamos en boda y todo). —Intentó sonreír, pero creía notar que se le había congelado la piel del rostro y apenas podía gesticular—. Además, será mejor que Golpes y Sangre descansen esta noche.
—Ya veremos… —Le miró con desconfianza, antes de entrar en la casa.
Las otras dos chicas también lo hicieron, tras presentarse. Una de ellas tenía la cabeza rapada al uno o al dos, mientras que la otra llevaba el cabello largo y liso hasta pasada la altura del trasero. Harry torció el gesto, antes de cerrar la puerta y adentrarse en una estancia repleta de seres locos y medio extraterrestres.
—¿Qué tal lo has pasado estos días?
Harry ladeó la cabeza, advirtiendo que se dirigían a él. Sintió un escalofrío cuando descubrió a la emisora de aquella pregunta. Cloe. La misma Cloe que había intentado violarlo días atrás. Vestía unos vaqueros excesivamente cortos y un top de lentejuelas que dejaba poco espacio a la imaginación.
—Genial —respondió él, secamente.
Charles, el macarra con pinta de atracador innato, le dio una brusca palmada en la espalda y le pellizcó un moflete, lo cual no le agradó demasiado.
—¡Esta noche lo vamos a pasar en grande, eh! Ja, ja, ya verás qué marcha nos traemos por aquí —le dijo.
—Oh, sí, me muero de emoción —masculló Harry con un tono extremadamente monótono.
—Tan estúpido como siempre —farfulló Matt, arrugando la nariz.
—¡Eh, deja de meterte con mi brother! —exclamó Charles, que abrazó al inglés como si fuera de su propiedad.
_____ arrastró a Matt a un lado, cortando por lo sano cualquier discusión, y el resto los siguieron hasta el salón. Dentro se había desatado una guerra de cojines que sobrevolaban la estancia como estrellas fugaces y terminaban estampándose contra jarrones, rostros desprevenidos o cualquiera que se pusiese por delante. Harry contempló alarmado la escena, y sus ojos grises se dirigieron velozmente hacia la estantería de madera donde reposaba la colección de dedales de cerámica de la señora Graham.
—¡Eh, cuidado con los dedales! —les gritó, sin poder contenerse.
Se llevó una mano a los labios, asustado. ¿Qué narices hacía él defendiendo a la inculta madre de _____? Respiró hondo, intentando buscar en algún recóndito lugar de sí mismo a ese Harry malévolo y frío que normalmente se apoderaba de sus sentimientos.
—¡TENGO HAMBRE! —Gritaba Marcus, al compás de Esko, como un poseso depravado—. _____, saca la cena, y los que falten, que se aguanten.
_____ asintió con la cabeza tras confiscar todos los almohadones y esconderlos en el baño de arriba. Se dirigió a la cocina, seguida por Nixie y Matt, así que Harry también lo hizo. Al contrario que el resto, él no se dignó cargar con ningún plato, de modo que cuando llamaron por tercera vez al timbre de la puerta, él era el único que tenía las manos libres.
—¡Justin!, ¿puedes abrir tú la puerta? —le rogó _____.
—¿Tengo cara de mayordomo o qué?
—¡Por favor, no puedo hacerlo todo!
Harry se mostró solidario y se dirigió hacia la puerta de la entrada. Abrió despacio y temeroso, como si esperase encontrarse frente a él a Jack el Destripador. Pues bien, en realidad lo que sus ojos vislumbraron no se iba mucho de la línea de cosas que había imaginado.
Un chico enorme —de casi dos metros, por lo menos—, con una espalda por la cual Harry habría podido escalar de habérselo propuesto, le sonreía ampliamente. Le faltaba un diente: la pala derecha.
—Bienvenido al cumpleaños de Marcus —dijo Harry , sintiéndose estúpido.
Observó cómo dos chicas más salían del coche recién aparcado y se retocaban el maquillaje contemplando sus rostros en los espejos retrovisores.
—Tú debes de ser el novio de _____, ¿verdad? —comentó el grandullón.
Harry rió.
—¡Qué va! De ningún modo.
—Oye, rubito, no me lleves la contraria —bramó el gigante, apuntándole con un dedo acusador—. Me lo ha dicho Marcus, así que ¿estás insinuando que mi amigo es un mentiroso?
El inglés tragó saliva despacio. El desorbitado tamaño de los puños cerrados de La Masa le aterrorizaba.
—¡Ah, je, je! ¡Claro que soy el novio de _____!, ¡lo había olvidado! Ja, ja, ja. —Rió con nerviosismo, de un modo entrecortado.
—Pues que no se te vuelva a olvidar si no quieres enfrentarte a Golpes —le dijo señalando su puño derecho— y Sangre —concluyó, alzando el izquierdo.
—Oh, no, no te preocupes; _____ y yo estamos muy enamorados (ya pensamos en boda y todo). —Intentó sonreír, pero creía notar que se le había congelado la piel del rostro y apenas podía gesticular—. Además, será mejor que Golpes y Sangre descansen esta noche.
—Ya veremos… —Le miró con desconfianza, antes de entrar en la casa.
Las otras dos chicas también lo hicieron, tras presentarse. Una de ellas tenía la cabeza rapada al uno o al dos, mientras que la otra llevaba el cabello largo y liso hasta pasada la altura del trasero. Harry torció el gesto, antes de cerrar la puerta y adentrarse en una estancia repleta de seres locos y medio extraterrestres.
Cuando llegó al comedor advirtió que todos se habían
acomodado y la cena estaba servida. Habían empezado a comer sin esperarle.
Tampoco le sorprendió demasiado. Ojeó la estancia y distinguió al idiota de
Matt sentado al lado de _____. Se dirigió hacia allí, cabreado.
—Tu sentido matemático no calcula bien el asiento que te corresponde —le dijo.
—Se siente, haber llegado antes —farfulló el otro, y prosiguió engullendo un trozo de pizza. Después alzó la cabeza para mirarle y señaló los canapés—. Me han comunicado que ha sido idea tuya lo de hacer los canapés. Le pediré a mi cocinero que te envíe a Londres alguna receta sobre cómo son realmente los canapés.
—Son así.
—No, claro que no.
—He dicho que sí.
—Harry , deja de comportante como un crío —le reprochó _____—. Siéntate allí, al lado de Gorth.
Harry sintió cómo un escalofrío ascendía despacio por su espalda. Gorth, frente a _____, le daba un delicado mordisco a uno de sus canapés. Intentó disimular el miedo y se acercó hacia la silla libre que estaba a su lado. El psicópata le miró y le sonrió. Harry deseó morir allí mismo.
—Están buenos los canapés —le dijo, arrastrando las palabras. Hablaba con un tono extremadamente bajo, casi en susurros, como una serpiente.
—Gracias. Ya lo sabía —contestó Harry , sirviéndose su plato.
Miró alrededor en un vano intento por controlar lo que ocurría. En el otro extremo de la mesa, Nixie miraba embobada a Marcus, que engullía pizza como un animal y sacudía sus rastas de un lado a otro golpeando con ellas la cresta de Esko. Leo parecía perdido en un mundo de nubes rosas, arcoíris coloridos y estrellitas brillantes (ya había fumado más de la cuenta). A Harry le sorprendió que las gemelas feas comiesen de un mismo plato (unión nutritiva, pensó). Cuando siguió recorriendo a los invitados con la mirada y fijó sus ojos en Cloe, esta pestañeó en exceso y le envió un beso imaginario soplando sobre la palma abierta de su mano. El estómago de Harry dio un vuelco en respuesta.
Al otro lado, el dueño de Golpes y Sangre masticaba un canapé tras otro, sentado cerca de la Chica Cabeza Rapada (que se hallaba tan ausente que parecía estar dialogando con Buda), al contrario que la pelo largo, que hablaba sin cesar, como Matt, quien le contaba sus aventuras y desventuras a una silenciosa _____. Por último, su brother reía tontamente el chiste de uno de sus amigos.
Harry tragó saliva despacio cuando posó sus ojos sobre el psicópata, que le miraba fijamente.
—Hola —le dijo, sin saber qué más decir.
El Chico Arma volvió a sonreírle misteriosamente.
—Hola —le respondió.
Harry tembló y, cuando oyó que _____ se disculpaba ante Matt para ir al baño, se apuntó de inmediato a la excursión, levantándose atropelladamente de la mesa.
—¿Qué haces? —le preguntó _____, malhumorada como de costumbre.
—Te acompaño.
—Puedo ir sola.
—No me importa, necesito estirar las piernas —contestó él, y observó gustoso la mirada envidiosa que Matt le dedicó.
_____ suspiró, pero no añadió nada más. Juntos salieron del infierno y fueron escaleras arriba. Una vez llegaron al baño, Harry se coló ágilmente y cerró la puerta.
—Pero ¿qué haces? ¡Sal de aquí! —le gritó ella.
—¡Ni de coña! Sería un suicido —repuso Harry . Abrió el grifo del lavabo y se lavó la cara con agua fría. Pestañeó, antes de secarse con una de las toallas.
—¿Qué es lo que te ocurre?
_____ repiqueteó con el pie sobre el suelo y se cruzó de brazos. Esperó paciente la respuesta del inglés, el cual se apoyó en la pared de azulejos antes de hablar.
—¿Estás loca o qué? ¡Acabo de conocer a un montón de zombis mentales!
—Pero ¿de qué estás hablando?
—¡De ellos! —Harry señaló la puerta del baño, indicando el exterior—. ¿Qué me dices del gigante que ha bautizado a sus puños como Golpes y Sangre?
_____ rió.
—Ah, te refieres a Evan.
—No me importa cómo se llame —replicó Harry entre dientes—. Está empeñado en que eres mi novia y amenaza con presentarme oficialmente a Golpes y a Sangre si decido no seguirle el juego.
Las carcajadas de _____ fueron en aumento.
—¿Y el psicópata ese que se sienta a mi lado? Lleva una cruz invertida colgando del cuello, ¿crees que puedo comer tranquilamente sin pensar que en cualquier momento invocará al mismísimo Satán?
—Gorth es totalmente inofensivo —le reprochó _____—. Es el único cuerdo de ahí abajo.
Harry , dramatizando en exceso, se llevó una mano al pecho.
—¡Ah, vale, pues si me dices que el psicópata es el único cuerdo de ahí abajo ya me quedo más tranquilo! —exclamó irónico.
—No deberías juzgarle por su aspecto físico —le indicó ella—. Además, Gorth es superdotado.
—¿Ese engendro es superdotado? Entonces, ¿yo soy Dios? —agitó las pestañas, esperando una buena contestación.
—Deja de decir tonterías y baja a cenar con todos —ordenó ella, y le empujó hacia la puerta.
—Me prometiste que no te alejarías de mí, _____ —le recordó—. Si lo haces, ya sabes, mantendré una interesante conversación con tus padres y se descubrirán todas las macabras mentiras de los hermanos Graham.
_____ suspiró.
—Está bien, te prometo que cuando terminemos de cenar me convertiré en tu sombra.
—Eso espero… —concluyó él, alzando un dedo amenazador.
Salió del baño tambaleándose. Los demonios que ocupaban el comedor le habían robado toda su energía. Sintió unas ganas tremendas de llamar a su madre y pedirle que fuera a recogerlo, pero se contuvo. Esperó en la puerta del baño hasta que _____ acabó y juntos se dirigieron, de nuevo, hacia el infierno.
Harry abrió mucho los ojos cuando entró. Habían apartado la mesa principal, dejándola a un lado del comedor, y todos estaban sentados en el suelo formando un círculo demoníaco, como si aquello fuese un ritual satánico, con un montón de bolsas repletas de bebidas alcohólicas en el centro.
—¡ATENTOS TODOS!, ha llegado la hora de preparar… ¡la Bomba Explosiva! —gritó el chico de la cresta roja.
—¿Piensan preparar un atentado terrorista en tu casa, _____? —susurró.
—No, idiota, la Bomba Explosiva es un cóctel que inventó Esko.
—Ciertamente, el nombre promete. Veamos cuántos estómagos revientan esta noche…
—¿Podrías callarte un rato? —le pidió ella.
—Tu sentido matemático no calcula bien el asiento que te corresponde —le dijo.
—Se siente, haber llegado antes —farfulló el otro, y prosiguió engullendo un trozo de pizza. Después alzó la cabeza para mirarle y señaló los canapés—. Me han comunicado que ha sido idea tuya lo de hacer los canapés. Le pediré a mi cocinero que te envíe a Londres alguna receta sobre cómo son realmente los canapés.
—Son así.
—No, claro que no.
—He dicho que sí.
—Harry , deja de comportante como un crío —le reprochó _____—. Siéntate allí, al lado de Gorth.
Harry sintió cómo un escalofrío ascendía despacio por su espalda. Gorth, frente a _____, le daba un delicado mordisco a uno de sus canapés. Intentó disimular el miedo y se acercó hacia la silla libre que estaba a su lado. El psicópata le miró y le sonrió. Harry deseó morir allí mismo.
—Están buenos los canapés —le dijo, arrastrando las palabras. Hablaba con un tono extremadamente bajo, casi en susurros, como una serpiente.
—Gracias. Ya lo sabía —contestó Harry , sirviéndose su plato.
Miró alrededor en un vano intento por controlar lo que ocurría. En el otro extremo de la mesa, Nixie miraba embobada a Marcus, que engullía pizza como un animal y sacudía sus rastas de un lado a otro golpeando con ellas la cresta de Esko. Leo parecía perdido en un mundo de nubes rosas, arcoíris coloridos y estrellitas brillantes (ya había fumado más de la cuenta). A Harry le sorprendió que las gemelas feas comiesen de un mismo plato (unión nutritiva, pensó). Cuando siguió recorriendo a los invitados con la mirada y fijó sus ojos en Cloe, esta pestañeó en exceso y le envió un beso imaginario soplando sobre la palma abierta de su mano. El estómago de Harry dio un vuelco en respuesta.
Al otro lado, el dueño de Golpes y Sangre masticaba un canapé tras otro, sentado cerca de la Chica Cabeza Rapada (que se hallaba tan ausente que parecía estar dialogando con Buda), al contrario que la pelo largo, que hablaba sin cesar, como Matt, quien le contaba sus aventuras y desventuras a una silenciosa _____. Por último, su brother reía tontamente el chiste de uno de sus amigos.
Harry tragó saliva despacio cuando posó sus ojos sobre el psicópata, que le miraba fijamente.
—Hola —le dijo, sin saber qué más decir.
El Chico Arma volvió a sonreírle misteriosamente.
—Hola —le respondió.
Harry tembló y, cuando oyó que _____ se disculpaba ante Matt para ir al baño, se apuntó de inmediato a la excursión, levantándose atropelladamente de la mesa.
—¿Qué haces? —le preguntó _____, malhumorada como de costumbre.
—Te acompaño.
—Puedo ir sola.
—No me importa, necesito estirar las piernas —contestó él, y observó gustoso la mirada envidiosa que Matt le dedicó.
_____ suspiró, pero no añadió nada más. Juntos salieron del infierno y fueron escaleras arriba. Una vez llegaron al baño, Harry se coló ágilmente y cerró la puerta.
—Pero ¿qué haces? ¡Sal de aquí! —le gritó ella.
—¡Ni de coña! Sería un suicido —repuso Harry . Abrió el grifo del lavabo y se lavó la cara con agua fría. Pestañeó, antes de secarse con una de las toallas.
—¿Qué es lo que te ocurre?
_____ repiqueteó con el pie sobre el suelo y se cruzó de brazos. Esperó paciente la respuesta del inglés, el cual se apoyó en la pared de azulejos antes de hablar.
—¿Estás loca o qué? ¡Acabo de conocer a un montón de zombis mentales!
—Pero ¿de qué estás hablando?
—¡De ellos! —Harry señaló la puerta del baño, indicando el exterior—. ¿Qué me dices del gigante que ha bautizado a sus puños como Golpes y Sangre?
_____ rió.
—Ah, te refieres a Evan.
—No me importa cómo se llame —replicó Harry entre dientes—. Está empeñado en que eres mi novia y amenaza con presentarme oficialmente a Golpes y a Sangre si decido no seguirle el juego.
Las carcajadas de _____ fueron en aumento.
—¿Y el psicópata ese que se sienta a mi lado? Lleva una cruz invertida colgando del cuello, ¿crees que puedo comer tranquilamente sin pensar que en cualquier momento invocará al mismísimo Satán?
—Gorth es totalmente inofensivo —le reprochó _____—. Es el único cuerdo de ahí abajo.
Harry , dramatizando en exceso, se llevó una mano al pecho.
—¡Ah, vale, pues si me dices que el psicópata es el único cuerdo de ahí abajo ya me quedo más tranquilo! —exclamó irónico.
—No deberías juzgarle por su aspecto físico —le indicó ella—. Además, Gorth es superdotado.
—¿Ese engendro es superdotado? Entonces, ¿yo soy Dios? —agitó las pestañas, esperando una buena contestación.
—Deja de decir tonterías y baja a cenar con todos —ordenó ella, y le empujó hacia la puerta.
—Me prometiste que no te alejarías de mí, _____ —le recordó—. Si lo haces, ya sabes, mantendré una interesante conversación con tus padres y se descubrirán todas las macabras mentiras de los hermanos Graham.
_____ suspiró.
—Está bien, te prometo que cuando terminemos de cenar me convertiré en tu sombra.
—Eso espero… —concluyó él, alzando un dedo amenazador.
Salió del baño tambaleándose. Los demonios que ocupaban el comedor le habían robado toda su energía. Sintió unas ganas tremendas de llamar a su madre y pedirle que fuera a recogerlo, pero se contuvo. Esperó en la puerta del baño hasta que _____ acabó y juntos se dirigieron, de nuevo, hacia el infierno.
Harry abrió mucho los ojos cuando entró. Habían apartado la mesa principal, dejándola a un lado del comedor, y todos estaban sentados en el suelo formando un círculo demoníaco, como si aquello fuese un ritual satánico, con un montón de bolsas repletas de bebidas alcohólicas en el centro.
—¡ATENTOS TODOS!, ha llegado la hora de preparar… ¡la Bomba Explosiva! —gritó el chico de la cresta roja.
—¿Piensan preparar un atentado terrorista en tu casa, _____? —susurró.
—No, idiota, la Bomba Explosiva es un cóctel que inventó Esko.
—Ciertamente, el nombre promete. Veamos cuántos estómagos revientan esta noche…
—¿Podrías callarte un rato? —le pidió ella.
—No sé, no sé… Todos estos acontecimientos merecen ser
comentados. —Se encogió de hombros y siguió a _____ hasta el círculo. Se
hicieron un hueco entre las gemelas feas y el Chico Arma.
Situado en el centro del círculo, Esko comenzó a mezclar un montón de bebidas diferentes en una botella vacía. Todos estudiaban con atención sus movimientos, como si se tratase de un nuevo truco de magia. Pasados unos minutos, Harry se acercó sigiloso a _____.
—Me aburro, ¿falta mucho para que tu comedor explote de una vez por todas?
—Harry , te juro que no soportaré mucho más tener que escuchar tu voz.
Y decía la verdad. A _____ le desesperaba que la voz de Harry fuese tan delicada e inocente cuando realmente solo la utilizaba para hilvanar frases humillantes e insultantes.
—No digas memeces, _____; tú adoras mi voz.
—Adoro tus labios cerrados, Harry .
—Mis labios, al fin y al cabo; adoras mis labios —concluyó él, satisfecho.
Mientras Esko continuaba elaborando aquel cóctel misterioso, Harry advirtió que Matt le miraba fijamente desde el otro extremo del círculo; así que, a propósito, se pegó todo lo que puedo a _____ y le sacó la lengua al otro.
—¡Me estás agobiando! —le dijo ella.
—Lo siento, pero la cara de las gemelas feas me asusta. Hasta tú eres una belleza en comparación con ellas.
—No son tan feas —le reprochó _____.
—Pero ¿qué demonios les ocurre a tus ojos?
—¡Chissst, calla de una vez! Esko está a punto de terminar…
En efecto. Esko tapó la botella —ahora llena—, en la que había mezclado cien mil derivados distintos de alcohol, y la agitó con ahínco. Harry se encogió sobre sí mismo e hizo algunos cálculos científicos sobre si realmente aquello podría provocar que todos estallasen en mil pedazos.
—¡Ya está listo! —Esko se volvió hacia Marcus y le dedicó una sonrisa repleta de cariño, tendiéndole la botella—. Es honor del cumpleañero probarlo el primero.
Harry susurró un largo «Oooh» fingiendo emocionarse.
—Qué bonito. —Miró a _____ agitando las pestañas con afectación—. ¡Qué buen amigo! Le cede el turno para degustar la Bomba Explosiva. Creo que voy a llorar —añadió irónico.
Y muy a su pesar, _____ se llevó una mano a la boca para no reír ante el comentario de Harry . Contempló cómo su hermano abría la botella y después la inclinaba hasta que la boquilla tocaba sus labios. Le dio un trago largo y acto seguido se limpió con la manga de la chaqueta. Todos aplaudieron, y Harry , sorprendido, dio un respingo en su sitio.
—¿Qué pasa, aquí probar la Bomba Explosiva es como tomar la comunión o qué? —Observó su alrededor contrariado, pensando que aquel cóctel debía de ser una tradición o algo parecido.
Fueron pasándose la bendita botella de uno a otro. Cuando llegó hasta Harry , él la miró con asco y se la tendió directamente a _____.
—¿No piensas probarlo siquiera? —le preguntó ella.
—Unas ocho bocas satánicas acaban de salivar esa boquilla, ¿hace falta que añada algo más? —Enarcó las cejas.
—En realidad no sé ni por qué pregunto —concluyó ella, que bebió también y se la pasó al Chico Arma.
Aquello a Harry le parecía nauseabundo. Casi sintió alivio cuando varios comenzaron a levantarse de allí y Marcus puso música. Algunas de las chicas comenzaron a bailar por el comedor, y ellos hicieron el mono a su alrededor. Harry supuso que así era como antiguamente se comportaban los neandertales. En un momento dado, el amo de Golpes y Sangre tropezó con el cable de la lámpara y terminó derribando el árbol de Navidad, que cayó al suelo armando bastante revuelo.
Harry apenas se inmutaba ya. Esperaba cualquier cosa que viniera de esos energúmenos. Charles, su brother, se subió a una silla y mientras señalaba el árbol recién caído, gritó:
—¡A la mierda la Navidad!
Harry respiró hondo y sonrió falsamente.
—¡Qué ambiente más cristiano se respira en esta… comuna hippie!
Nadie respondió con un «¡Cállate!» a su comentario. Asustado, buscó a _____ por la agitada estancia, pero no la encontró. Advirtió que Matt tampoco estaba allí, así que rápidamente abandonó el comedor con el firme propósito de averiguar qué estaba pasando.
Dio con ellos rápidamente. Estaban en la habitación de _____. Prefirió que no le viesen y se quedó agazapado a un lado de la puerta entreabierta con la intención de escuchar lo que hablaban esos dos.
—Será mejor que bajemos con todos —le dijo _____.
—Pero antes tengo que darte una cosa —respondió Matt con su característica y desagradable voz melosa.
Situado en el centro del círculo, Esko comenzó a mezclar un montón de bebidas diferentes en una botella vacía. Todos estudiaban con atención sus movimientos, como si se tratase de un nuevo truco de magia. Pasados unos minutos, Harry se acercó sigiloso a _____.
—Me aburro, ¿falta mucho para que tu comedor explote de una vez por todas?
—Harry , te juro que no soportaré mucho más tener que escuchar tu voz.
Y decía la verdad. A _____ le desesperaba que la voz de Harry fuese tan delicada e inocente cuando realmente solo la utilizaba para hilvanar frases humillantes e insultantes.
—No digas memeces, _____; tú adoras mi voz.
—Adoro tus labios cerrados, Harry .
—Mis labios, al fin y al cabo; adoras mis labios —concluyó él, satisfecho.
Mientras Esko continuaba elaborando aquel cóctel misterioso, Harry advirtió que Matt le miraba fijamente desde el otro extremo del círculo; así que, a propósito, se pegó todo lo que puedo a _____ y le sacó la lengua al otro.
—¡Me estás agobiando! —le dijo ella.
—Lo siento, pero la cara de las gemelas feas me asusta. Hasta tú eres una belleza en comparación con ellas.
—No son tan feas —le reprochó _____.
—Pero ¿qué demonios les ocurre a tus ojos?
—¡Chissst, calla de una vez! Esko está a punto de terminar…
En efecto. Esko tapó la botella —ahora llena—, en la que había mezclado cien mil derivados distintos de alcohol, y la agitó con ahínco. Harry se encogió sobre sí mismo e hizo algunos cálculos científicos sobre si realmente aquello podría provocar que todos estallasen en mil pedazos.
—¡Ya está listo! —Esko se volvió hacia Marcus y le dedicó una sonrisa repleta de cariño, tendiéndole la botella—. Es honor del cumpleañero probarlo el primero.
Harry susurró un largo «Oooh» fingiendo emocionarse.
—Qué bonito. —Miró a _____ agitando las pestañas con afectación—. ¡Qué buen amigo! Le cede el turno para degustar la Bomba Explosiva. Creo que voy a llorar —añadió irónico.
Y muy a su pesar, _____ se llevó una mano a la boca para no reír ante el comentario de Harry . Contempló cómo su hermano abría la botella y después la inclinaba hasta que la boquilla tocaba sus labios. Le dio un trago largo y acto seguido se limpió con la manga de la chaqueta. Todos aplaudieron, y Harry , sorprendido, dio un respingo en su sitio.
—¿Qué pasa, aquí probar la Bomba Explosiva es como tomar la comunión o qué? —Observó su alrededor contrariado, pensando que aquel cóctel debía de ser una tradición o algo parecido.
Fueron pasándose la bendita botella de uno a otro. Cuando llegó hasta Harry , él la miró con asco y se la tendió directamente a _____.
—¿No piensas probarlo siquiera? —le preguntó ella.
—Unas ocho bocas satánicas acaban de salivar esa boquilla, ¿hace falta que añada algo más? —Enarcó las cejas.
—En realidad no sé ni por qué pregunto —concluyó ella, que bebió también y se la pasó al Chico Arma.
Aquello a Harry le parecía nauseabundo. Casi sintió alivio cuando varios comenzaron a levantarse de allí y Marcus puso música. Algunas de las chicas comenzaron a bailar por el comedor, y ellos hicieron el mono a su alrededor. Harry supuso que así era como antiguamente se comportaban los neandertales. En un momento dado, el amo de Golpes y Sangre tropezó con el cable de la lámpara y terminó derribando el árbol de Navidad, que cayó al suelo armando bastante revuelo.
Harry apenas se inmutaba ya. Esperaba cualquier cosa que viniera de esos energúmenos. Charles, su brother, se subió a una silla y mientras señalaba el árbol recién caído, gritó:
—¡A la mierda la Navidad!
Harry respiró hondo y sonrió falsamente.
—¡Qué ambiente más cristiano se respira en esta… comuna hippie!
Nadie respondió con un «¡Cállate!» a su comentario. Asustado, buscó a _____ por la agitada estancia, pero no la encontró. Advirtió que Matt tampoco estaba allí, así que rápidamente abandonó el comedor con el firme propósito de averiguar qué estaba pasando.
Dio con ellos rápidamente. Estaban en la habitación de _____. Prefirió que no le viesen y se quedó agazapado a un lado de la puerta entreabierta con la intención de escuchar lo que hablaban esos dos.
—Será mejor que bajemos con todos —le dijo _____.
—Pero antes tengo que darte una cosa —respondió Matt con su característica y desagradable voz melosa.
—Oh, ¿de qué se trata?
—Es mi regalo de Navidad —informó él—. Pensé que el día de Navidad ambos estaríamos ocupados con nuestras respectivas familias, así que lo mejor sería dártelo esta misma noche.
—Pe… pero… no es necesario, Matt, de verdad… yo todavía no he ido a comprar los regalos… —mintió ella.
—No importa. —Suspiró—. Aquí tienes.
La curiosidad de Harry iba en aumento, así que se inclinó y observó por la rendija de la puerta cómo _____ abría una pequeña caja negra y terminaba sacando un colgante brillante. Por alguna extraña razón, Harry sintió ganas de estrangular al estúpido Matt. Se contuvo y aguantó la respiración mientras ella le agradecía el detalle y él se ofrecía a ponérselo. Cuando Matt apartó el cabello de la espalda de _____, tirándolo hacia delante y le rozó con sus desagradables dedos el cuello, logró agotar su paciencia y abrió la puerta de golpe y entró en la habitación. Sonrió malévolo.
—Vaya, vaya, qué romántico —farfulló sarcástico—; es taaaaaan romántico que creo que voy a vomitar.
—Harry , por favor, no empieces —atajó _____, al tiempo que Matt le abrochaba el colgante.
—¿Por qué no vas al baño a mirártelo y me dices si te gusta la medida? —le preguntó él.
_____ asintió, con aire cohibido, antes de obedecer su consejo y dirigirse hacia el baño. Cuando estuvo seguro de que la joven no podía oírles, Harry avanzó unos pasos hasta situarse frente a Matt.
—En serio, eres patético —le dijo este—. Deberías aprender a respetar la intimidad de las personas. No está bien escuchar conversaciones ajenas.
—Lo que a ti te parezca bien o mal, créeme, me trae sin cuidado —respondió Harry .
—¿Tienes idea de lo que significa el concepto de la palabra «respeto»? —inquirió Matt, furioso.
—«Miramiento, consideración hacia una persona u cosa, deferencia. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.» —Harry sonrió orgulloso—. Pero no comparto la definición estricta del diccionario. Yo definiría el respeto como algo así: «Considerar lo que SE DEBE considerar». Y seamos sinceros, Matt, a mí no me apetece considerarte. Y mucho menos escucharte. Eres un muermo.
—Al menos soy un muermo que ha conseguido ganarse la amistad de _____. Por más que intentes disimularlo, veo que tú no lo has logrado.
—¿Y por qué iba a querer ser su amigo? —Harry le observó con curiosidad.
—No vale la pena hablar contigo —le dijo—. Solo sabes decir tonterías, burradas… cosas que hagan daño a la gente. No mereces ni un segundo de atención.
Tras las palabras de Matt, _____ apareció en la habitación, asintiendo con relación a la medida del colgante.
—¿Ya habéis dejado de discutir como dos niños de cinco años? —les preguntó, sonriente.
—Sí. Le he dicho que no valía la pena hablar con él, solo sabe hacer el mal. Y no merece ni un solo segundo de atención —musitó Harry , felizmente, farfullando las palabras que Matt acababa de decirle a él mismo.
Matt abrió mucho la boca, con los ojos desorbitados.
—¡Acabas de copiarme! ¡Eso lo he dicho yo!
Harry chasqueó la lengua, como dándose la razón.
—¿Ves? ¡Lo que he dicho!, se comporta como un niño… —Miró a _____, orgulloso de sí mismo.
—¡Estás loco! —exclamó Matt.
—¡Deja de meterte conmigo! ¿Por qué me odias? ¡No te he hecho nada!
—Estás fatal, definitivamente…
—Bueno, no importa, será mejor que nos marchemos con todos. —_____ sonrió. Seguía con el propósito de disfrutar de una gran fiesta aquella noche y no deseaba que ninguno de los dos se la fastidiara—. Nos vamos a ir a la discoteca de Helthon.
Helthon era un pueblo que se encontraba apenas a veinte o treinta minutos de la urbanización donde _____ vivía. Allí había numerosos pubs, y también estaba la discoteca Butterfly, en la que pensaban continuar con la celebración del cumpleaños de su hermano. Estaba deseando llegar allí y deshacerse durante unas horas de todos los problemas.
El hecho de que Matt le regalase un colgante con forma de corazón la había puesto nerviosa y se había sentido tremendamente mal por no haber comprado un regalo para él. Eso sin contar con la intromisión de Harry, que, como siempre, había empeorado las cosas todavía más.
—Es mi regalo de Navidad —informó él—. Pensé que el día de Navidad ambos estaríamos ocupados con nuestras respectivas familias, así que lo mejor sería dártelo esta misma noche.
—Pe… pero… no es necesario, Matt, de verdad… yo todavía no he ido a comprar los regalos… —mintió ella.
—No importa. —Suspiró—. Aquí tienes.
La curiosidad de Harry iba en aumento, así que se inclinó y observó por la rendija de la puerta cómo _____ abría una pequeña caja negra y terminaba sacando un colgante brillante. Por alguna extraña razón, Harry sintió ganas de estrangular al estúpido Matt. Se contuvo y aguantó la respiración mientras ella le agradecía el detalle y él se ofrecía a ponérselo. Cuando Matt apartó el cabello de la espalda de _____, tirándolo hacia delante y le rozó con sus desagradables dedos el cuello, logró agotar su paciencia y abrió la puerta de golpe y entró en la habitación. Sonrió malévolo.
—Vaya, vaya, qué romántico —farfulló sarcástico—; es taaaaaan romántico que creo que voy a vomitar.
—Harry , por favor, no empieces —atajó _____, al tiempo que Matt le abrochaba el colgante.
—¿Por qué no vas al baño a mirártelo y me dices si te gusta la medida? —le preguntó él.
_____ asintió, con aire cohibido, antes de obedecer su consejo y dirigirse hacia el baño. Cuando estuvo seguro de que la joven no podía oírles, Harry avanzó unos pasos hasta situarse frente a Matt.
—En serio, eres patético —le dijo este—. Deberías aprender a respetar la intimidad de las personas. No está bien escuchar conversaciones ajenas.
—Lo que a ti te parezca bien o mal, créeme, me trae sin cuidado —respondió Harry .
—¿Tienes idea de lo que significa el concepto de la palabra «respeto»? —inquirió Matt, furioso.
—«Miramiento, consideración hacia una persona u cosa, deferencia. Manifestaciones de acatamiento que se hacen por cortesía.» —Harry sonrió orgulloso—. Pero no comparto la definición estricta del diccionario. Yo definiría el respeto como algo así: «Considerar lo que SE DEBE considerar». Y seamos sinceros, Matt, a mí no me apetece considerarte. Y mucho menos escucharte. Eres un muermo.
—Al menos soy un muermo que ha conseguido ganarse la amistad de _____. Por más que intentes disimularlo, veo que tú no lo has logrado.
—¿Y por qué iba a querer ser su amigo? —Harry le observó con curiosidad.
—No vale la pena hablar contigo —le dijo—. Solo sabes decir tonterías, burradas… cosas que hagan daño a la gente. No mereces ni un segundo de atención.
Tras las palabras de Matt, _____ apareció en la habitación, asintiendo con relación a la medida del colgante.
—¿Ya habéis dejado de discutir como dos niños de cinco años? —les preguntó, sonriente.
—Sí. Le he dicho que no valía la pena hablar con él, solo sabe hacer el mal. Y no merece ni un solo segundo de atención —musitó Harry , felizmente, farfullando las palabras que Matt acababa de decirle a él mismo.
Matt abrió mucho la boca, con los ojos desorbitados.
—¡Acabas de copiarme! ¡Eso lo he dicho yo!
Harry chasqueó la lengua, como dándose la razón.
—¿Ves? ¡Lo que he dicho!, se comporta como un niño… —Miró a _____, orgulloso de sí mismo.
—¡Estás loco! —exclamó Matt.
—¡Deja de meterte conmigo! ¿Por qué me odias? ¡No te he hecho nada!
—Estás fatal, definitivamente…
—Bueno, no importa, será mejor que nos marchemos con todos. —_____ sonrió. Seguía con el propósito de disfrutar de una gran fiesta aquella noche y no deseaba que ninguno de los dos se la fastidiara—. Nos vamos a ir a la discoteca de Helthon.
Helthon era un pueblo que se encontraba apenas a veinte o treinta minutos de la urbanización donde _____ vivía. Allí había numerosos pubs, y también estaba la discoteca Butterfly, en la que pensaban continuar con la celebración del cumpleaños de su hermano. Estaba deseando llegar allí y deshacerse durante unas horas de todos los problemas.
El hecho de que Matt le regalase un colgante con forma de corazón la había puesto nerviosa y se había sentido tremendamente mal por no haber comprado un regalo para él. Eso sin contar con la intromisión de Harry, que, como siempre, había empeorado las cosas todavía más.
Huolap, una vez más me gustó el cap q publicaste. Me reí yo sola tanto que mi madre se asustó. Creía que tenía alucinaciones o algo así. Paranoias de madres. Jijiji, voy a empezar a escribir una nueva novela. Te lo comento por si quieres ser una de las chicas. Me falta una chica ysi te interesa puedes ser tú. Ya me dices. Besotes
ResponderEliminarOkeeeey flipe con este capi y necesito que subas otro pronto.... Aquí hay tensión sexual de la buena eh , haber cuando se dan cuenta y ... Bueno hacen sus cosas jajajajaja. Un besíto sube pronto pls
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